periodistas

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LA BUENA NOTICIA DE MANUEL MONTES CLERIES

                   Málaga 1 de febrero de 2010

                       m.montescleries@telefonica.net

 

PERIODISTAS

     Esta semana hemos conmemorado la festividad de S. Francisco de Sales patrono de los periodistas. Francisco, Obispo de Ginebra en la primera parte del siglo XVII, fue elegido como patrón por los medios de comunicación rememorando su trabajo como comunicador. El Santo nacido en Lyon, ejerció como Obispo en una Diócesis invadida por las ideas calvinistas. Jugaba en campo adverso. Decidió escribir copias de sus recomendaciones y charlas formativas y repartirlas casa por casa. Periodismo de la época. Él, fue el primer periodista de “buenas noticias”.

   Cuando miraba a mí alrededor durante la celebración de la Eucaristía tradicional del día del patrono, me sentí decepcionado. Los escasos asistentes nos mirábamos desolados. Una buena cantidad de celebrantes, con la ausencia del Sr. Obispo –que por segunda vez excusa su asistencia-, (dos de dos); una escasa docena de compañeros en los bancos del Sagrario y un tumultuoso grupo de turistas despistados, fueron los asistentes a dicho acto.

    No es más que un reflejo del mundo de la comunicación actual. Del mundo cristiano solo interesa lo “folclórico”, lo dialéctico y lo negativo. Interesado en hablar de cofradías, de militares procesionando y de curas pederastas de cualquier país en cualquier época. Se siente vergüenza propia –como miembro del colectivo de “plumillas”- al asistir a la vergonzosa aparición de muchos periodistas de “talla” ante los medios. Se han convertido en sectarios propagandistas. Más preocupados de defender su verdad que la verdad. Deslenguados e insultantes. Soeces y mentirosos. Eso nos ha hecho perder la credibilidad y ser una de las profesiones menos valoradas y creíbles, según los “Informes anuales de la profesión periodística”.

   San Francisco de Sales intentaba transmitir valores, buenos sentimientos, esperanza y solidaridad. Y lo conseguía. Los periodistas cristianos, y los demás también, tenemos que buscar y divulgar la verdad, llevar al mundo cuanto de positivo hay en él, denunciar la injusticia y apoyar a los indefensos. Informar, no deformar; formar, no adoctrinar y entretener, no atontar. Ser la voz de los que no tienen acceso a los medios para pedir justicia. Utilizar nuestras posibilidades de llegar a un mayor número de personas para defender los valores denostados por aquellos que se sirven de la profesión, no sirven a la profesión. Para transmitir LA BUENA NOTICIA. Pienso que, solo con reflejar los valores del Evangelio tendríamos suficiente.

LA BUENA NOTICIA DE MANUEL MONTES CLERIES

                   Málaga 25 de enero de 2010

                       m.montescleries@telefonica.net

 

LOS ARBOLITOS DESDE CHIQUITOS

     En la década de los 50 del ¡siglo pasado! comenzaba mi formación escolar. En aquellos lejanos tiempos, los niños –aquellos privilegiados que podíamos-, nos pertrechábamos del material escolar imprescindible para seguir los estudios de primaria y, si me apuran, secundaria y última. La meta básica a alcanzar era “saber leer, escribir y las cuatro reglas”. Con eso, teníamos bastante para enfrentarnos a la vida laboral. Dicho material escolar consistía en: lápiz, goma Milán (de dos colores o de nata), palillero, plumilla de la Corona, libreta de cuadritos (yo también utilicé pizarra y pizarrín), escuadra y cartabón, y, sobre todo, tres libros: la Enciclopedia Álvarez, el Catecismo Ripalda y el libro de Urbanidad.

         Primero mis hijos, ahora mis nietos; han sido equipados de toneladas de libros y de material escolar, lo cual no siempre ha permitido a las generaciones actuales llegar a la Universidad sabiendo leer de corrido -entendiendo lo que leen-, hacer operaciones matemáticas sin calculadora y escribir de una forma ordenada, inteligible y sin faltas de ortografía.

         Desgraciadamente, la tan debatida asignatura de Educación para la Ciudadanía, ha pretendido sustituir a aquella cursi y denostada, aunque útil, “Urbanidad”. No voy a entrar en el debate de los contenidos de ambas. Solo sé que de aquél “panfleto” se me quedo una frase para siempre: “Los arbolitos, desde chiquitos”. Junto a la frase aparecía un grabado de un arbolito torcido y otro que crecía recto sujeto a otro más fuerte por unas ligaduras. De la de ahora, mejor no hablar.  

          Mi buena noticia de hoy, me la proporcionan los alumnos del Colegio de los Olivos de Málaga. Un colegio concertado con unas grandes instalaciones, más de 1.000 alumnos y un profesorado abierto y receptivo. Mientras una televisión presenta lo más abyecto de la juventud representado por la “Generación NINI” (ni estudian ni trabajan), la Comunidad Educativa de los Olivos opta por la solidaridad. No conformes con la recepción de alimentos en el MURO SOLIDARIO en Navidades -donde se recogen miles de kilos de alimentos para ser distribuidos por Bancosol-, al tener conocimiento de la necesidad de alimentos infantiles, han puesto en marcha la operación POTITO.

      Una iniciativa muy simple y muy eficaz. Su filosofía: un alumno, un potito. Siempre dentro de la libertad. El resultado; maravilloso. Tres mil quinientos potitos en cuatro días. Ole sus… Estos arbolitos se están enderezando desde pequeñitos. Con ideas, con palabras y con hechos. Bienaventurados. Han aprendido a ahorrar en el Banco de la solidaridad. Un banco con mucho interés.

LA BUENA NOTICIA DE MANUEL MONTES CLERIES

                   Málaga 18 de enero de 2010

                       m.montescleries@telefonica.net

 

LA NATURALEZA SE REBELA

    Me pedía el cuerpo hablar hoy de perfumes y piernas de cordero. Pero la actualidad manda. Otra vez será. Las noticias que llegan de Haití han helado nuestros corazones y, una vez más, nos hacen plantearnos el porqué de las catástrofes.

   El maestro García Pérez en su columna del sábado se plantea la duda de cómo un Dios bueno permite estas situaciones. Él recordará aquella frase que tantas veces hemos proclamado: “Dios creó el mundo y se lo alquila a los valientes”. El hombre no puede meterse en las entrañas de la tierra y prevenir los terremotos, pero puede construir casas en condiciones en los lugares apropiados. Pero al “hombre” le importan poco los países que tienen poco que aportar. De Haití solo interesa la macumba y el café. Pero allí hay negritos que, al parecer,  no son personas. Desde que Cristóbal Colón se topó con La Española, una serie de desgraciadas “aportaciones” han llegado a esas islas. Primero, los españoles, luego, los franceses, bucaneros, ingleses, norteamericanos y toda serie de “liberadores”, que han dejado la isla arrasada.

       Les hemos enseñado lo peor de la democracia (elecciones que te permiten vivir del pueblo y no para el pueblo). Les hemos dicho que son libres, pero no le hemos enseñado a vivir en libertad. Les hemos invadido, les hemos explotado y les hemos dejado tirados.

         Los cooperantes, que llevan allí muchos años, dicen que el terremoto ha sido la gota que colmaba el vaso. Un país que no sabe cuantos habitantes tiene, pero que según algunos datos fiables, se han duplicado en los últimos treinta años. Niños tirados por las calles, sin familia, alimentados con galletas hechas de “lodo (barro), manteca vegetal y sal” –ver Wikipedia-, viviendo en chabolas hechas con cartones y ramas. Familias sin ingresos fijos, con una media de casi cinco hijos por mujer que viven de lo que encuentran en el campo. No hay industria ni agricultura organizada. Los casi 9.000.000 de haitianos son carne de cañón en un país radicado en medio de las tormentas caribeñas y los terremotos periódicos. Los escasos pobladores que consiguen aprender a leer y escribir, saltan fronteras para abandonar el país más pobre de America y uno de los últimos del mundo, con una economía similar a los del cuerno de África.

   Ante los terremotos, siempre recuerdo al Japón. Un país de constantes movimientos sísmicos de mayor y menor intensidad y que soportan los edificios porque están preparados para ello. La ciudad de Los Ángeles tiene prácticamente el mismo problema. Lo han solucionado con inteligencia, esfuerzo y dedicación.

     En el resto del mundo los países ricos construyen grandes rascacielos en medio del desierto y mientras, otros hermanos suyos, descendientes de esclavos africanos transplantados a América, añoran los tiempos de la esclavitud en los que sus amos se preocupaban más de ellos que sus dirigentes “democráticos” actuales.

     Ahora, el resto de las naciones, tras un rasgado de vestiduras y un conato de solidaridad que durará lo necesario para que olvidemos nuestros propios problemas, dejarán a su suerte a estos nuevos parias que viven en un país donde no hay petróleo ni fosfatos, opio ni fábrica de armas. Adormeceremos nuestras conciencias con envíos de medicamentos para la digestión o alimentos que se pudren por no tener medios de reparto. Después, volveremos a “la nuestra”.

       La mano de Dios pasa por las nuestras propias. Tenemos que prevenir, no maldecir cuando ya no hay remedio. Tenemos que hacer un reparto más equitativo de los medios con que cuenta el mundo. Estos son suficientes para alimentar, vestir y dar una vida digna a todos los seres que mal-convivimos en este valle de lágrimas, que no tiene por que serlo.  

      La buena noticia me la transmiten los cooperantes cristianos. Ellos han estado antes, durante y después de las dificultades. Todavía están buscando a una monja perdida, de esas que yo llamo “de escopeta y perro”. De esas que son madres sin hijos, abuelas sin nietos, y que en un minuto de su tiempo son capaces de dar más amor que todos los programas del corazón del mundo entero en toda su asquerosa vida. Si no aparece, otra la sustituirá. También dan la talla los pobres malagueños. Dentro de sus dificultades están buscando los medios de ayudar a los damnificados. Varios me han llamado buscando cauces para hacer llegar su ayuda. La gente sencilla es buena y se vuelca con los que sufren. Lo que pasa es que la tenemos liada. Se les manda mensajes de solidaridad y de odio. De consumo y de austeridad. De laicismo y de aprovechamiento de lo religioso.

     Los evangelios de estos días nos hablan de curar y ayudar. Y rezar. Rezar es escuchar. Hagamos lo que nos diga nuestra conciencia. Y pensemos lo que decimos. En España casi nadie cree en Dios, pero cuando hablamos, tampoco ayudamos mucho. Algunas veces, estaríamos mejor calladitos. Escuchemos lo que dice nuestro corazón. Y ayudemos. Hoy y mañana. Sobre todo mañana, y el año que viene, y el otro. Entonces, los haitianos se volverán a ver solos con sus cooperantes, esos que hacen lo que dicen. Esos que me demuestran que Dios existe. Ellos son sus brazos.

LA BUENA NOTICIA DE MANUEL MONTES CLERIES

Málaga 10 de enero de 2010

 

ESOS LOCOS BAJITOS… RECICLADOS

         En una de sus mejores canciones, Serrat nos acercó hace años a esos maravillosos “locos bajitos”. Esos niños que a menudo se nos parecen –decía uno de sus versos-. Al paso de los años, he observado que los ciclos vitales se vuelven a repetir. Las ilusiones, proyectos y deseos vuelven a nuestras mentes cuando se alcanza el “segmento de plata”. De mayores, o de tercera edad; nada de nada.  A partir de cierto momento –que, misteriosamente, suele coincidir con la jubilación-, se retorna a la situación de loco bajito reciclado. Es decir, que se vuelve a empezar.

 

         Corroboré ayer esa sensación cuando asistí a dos reuniones de amigos de la infancia. Grupos que volvemos a tener encuentros con regularidad. Nos congregamos de forma semejante a como lo hacíamos en aquellos días de los 60 en que nos citábamos a las 6 de la tarde para dar “barzonazos” (vueltas en nuestro argot), calle Larios arriba y abajo, con los bolsillos y el corazón vacíos de dinero y de amores. Pero con el espíritu lleno de proyectos e ilusiones.  

         En estas conversaciones con los viejos amigos –también son amigos viejos, porqué negarlo-, descubres a personas que la vida ha maltratado, pero también les ha curtido para superar las dificultades con esfuerzo y dedicación. Tengo que admirar por fuerza a un loco bajito reciclado que publica un libro elaborado desde su situación de soledad, medio ceguera y, lo más importante, deseos de vivir, no de vegetar. Otro, es setentón, literato, ex político, poeta y periodista, librepensador y sobre todo, cabezón. Ha emprendido una cruzada -perfectamente justificada y documentada- contra el área de cultura del Ayuntamiento de Málaga y ahí anda, con su Batalla de Lepanto particular.

           El tercero en ciernes soy yo. Dicen que los periodistas jamás deben escribir de si mismos. Pero como soy un novato, me permito esta licencia. El cuerpo me pide dejar mi tesis doctoral sobre los mayores y la televisión.  El sentido común me aconseja lo mismo. “Niño, eso no se hace, eso no se dice, eso no se toca, deja ya de joder con la pelota“, -dice la canción de Serrat-. Los “amigos”  y familiares te recuerdan que los mayores se han de dedicar a disfrutar de la vida. Es decir, según ellos, jugar al dominó, pasear por el parque, criticar las obras y echarle de comer a las palomas. ¡Qué gran error! Pero, por suerte, el espíritu me pide seguir investigando sobre esa tercera parte de la humanidad que todavía tiene tantas cosas que decir.

          Los locos bajitos reciclados, pintan, escriben, cantan, hacen teatro,-discuten-, investigan, rezan, -discuten-, aprenden a bailar  salsa, educan nietos, trabajan en la bolsa (de la compra), -discuten-, aman, bailan, sobre todo…discuten. En una palabra: viven de nuevo una adolescencia loca, un poco inconsciente y creativa.

       La canción de Serrat termina diciendo:

Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día

nos digan adiós.

       Que buena (aunque desconocida por muchos) noticia. Los mayores seguimos vivos. La letra de Serrat nos refleja de lleno. Estamos muy vivos.

Regalo de Reyes

5 f, 10

LA BUENA NOTICIA DE MANUEL MONTES CLERIES

                   Málaga 6 de enero de 2010

                       m.montescleries@telefonica.net

 

La verdad de los Reyes Magos

      Yo he visto a los Reyes Magos. Insisto. Soy uno de los pocos niños que los han pillado. Aquella fría noche de Jaén, con mis cinco años cumplidos, ví una mano con un guante blanco que intentaba abrir la ventana. Me zambullí en lo más profundo de la cama que compartía con mi hermana y cuando reuní valor para salir de las sabanas, ya se habían marchado. Los regalos fueron maravillosos.

      En otra ocasión, cuando había pobreza de verdad, me trajeron mi primera bicicleta. Durante años había observado una derrengada bicicleta, sin sillín ni guardabarros, colgada del techo del almacén de mi abuelo Enrique. Yo tenía por entonces unos doce años. Aquella bicicleta era de cadete. ¡Demasiado grande para mí! Aquél año los Reyes de Oriente captaron mis deseos y la ¡misma bicicleta!, con un sillín nuevo y dos flamantes cubiertas apareció a los pies de mi cama. No la olvidaré jamás. Algún primo más pequeño la recibiría años después tuneada por los Reyes Magos.

       Pero cuando los percibí con más claridad fue aquel año que hice de cuerpo para su espíritu. Nos presentamos en la prisión provincial de Málaga, en la antigua, para hacer nuestro trabajo ante los internos y sus hijos. Las internas, sobre todo, nos rodearon, quizás demasiado de cerca, a nuestra llegada. Yo llevaba una vieja Túnica (casi sagrada) que tiene otra historia. La cara y el fervor de esos niños

-que ese día podían convivir con sus padres- y los de los presos, a los que habíamos llevado aromas de libertad, no se me olvidarán jamás.

     Los Reyes Magos seguirán viniendo mientras queden niños –de la edad que sea- con capacidad de asombro. Mientras siga habiendo amor en la tierra. Mientras mi amiga Mirta se siga acordando de los pobres hasta el último momento. Mientras se nos sigan saltando las lágrimas ante los sencillos, a los hombres de buena voluntad. Y ahora, si tienen narices, que se los intenten cargar. Les va a salir el carbón por las orejas. 

LA BUENA NOTICIA DE MANUEL MONTES CLERIES

                   Málaga 4 de enero de 2010

                       m.montescleries@telefonica.net

 

LA GENTE SE RIE DE MÍ

     -Si no lo hace descaradamente, lo hace “por lo bajini”-

           Cuando en alguna tertulia o mera conversación manifiesto que llevo casi ocho años escribiendo buenas noticias, mis interlocutores me miran con cara de lastima y terminan riéndose de mí. Descaradamente, o por lo “bajini”. Siempre me sacan a colación aquél periódico americano que se dedicaba a las noticias positivas y que duró menos que “una saliva en una plancha”.

          Pues yo he publicado más de cuatrocientas buenas noticias y aquí sigo. Vivito y coleando. El mundo de la utopía no es de multitudes. Las masas siguen a los catastrofistas, a los que gritan       ¡sálvame!, e inmediatamente, hunden a quienes se ponen a tiro y lo que salvan es su bolsillo. Pero a otros lectores, los menos, les gusta recibir la brisa fresca que produce la buena leche.

        Los políticos manifiestan en estos días sus buenos deseos, sus consejos baratos, sus brotes verdes. No mienten más porque no les da tiempo. De un lado, repartiendo comida disfrazados de Arguiñano, con la cara dura habitual con la que salen en la foto (a esos voluntarios que reparten amor y comida cada día, se les deben haber revolucionado las bilis); por el otro, el de “la ceja”, promete y promete. El día que acierte una, le vamos a hacer un monumento. Buenas noticias falsas. Propaganda.

      El anuario que publica un diario local está lleno de efemérides tristes. El de este año 2009 habla de corrupción, accidentes, maltratos, robos, asesinatos, tornados, nieves, caos circulatorios, accidentes aéreos, guerras, huelgas (pocas), cacerías, Berlusconi, chiringuitos en pie de guerra, ETA, metro, botellón, Garzón, pensiones, gripe A, etc. Malas noticias. Venden periódicos.

       Las buenas noticias que recoge son: victorias deportivas, Obama, bulevar, y sobre todo, dos fotos que llenan sus correspondientes páginas, el culo –con perdón- de la Princesa de Asturias y la primera dama gala (Diario Sur Pág. 20ª del 31-12-09), y la instantánea de las “triunfadoras” del decreto anti nuevos inocentes. En la foto, cuatro damas con una forzada sonrisa, (página 42ª, Diario Sur 31-12-09), entrelazan las manos contentas de su decretazo que libera por completo el aborto. Les ha faltado otorgarles un premio y una subvención a las abortantes. Buenas noticias falsas. Propaganda.

       La vida es maravillosa. Tenemos que captar su parte positiva. Tenemos que ver que la botella está medio llena. La buena noticia no vende periódicos. Pero está ahí. En el emigrante guatemalteco que ha vuelto a su tierra. En la enferma argentina a quien no le faltan medicinas. En los voluntarios –de verdad- que dejan sus mejores horas en servir a quien lo necesita, los que dan caldo caliente por las noches a los sin techo, en los comedores sociales. En las mujeres que se remangan para alimentar a los niños ajenos. En los maravillosos niños que han nacido. Buenas noticias que animan a vivir.

      En una palabra: en los pontífices –con minúscula y sin tiara- que hacen de puente entre los que tienen y los que necesitan. Y no me refiero solo a dar cosas materiales. También aquellos que escuchan, sonríen, o simplemente miran a los demás. Los que guardan colas, suben en los autobuses, juegan con los niños, cuidan y respetan a los ancianos, rezan al Cautivo, votan y botan, son solidarios y comparten su pobreza. A esa raza que yo denomino como la de los “pescaitos fritos”.  Los que toda su vida han convivido con la misma persona porque prometieron seguir con él o con ella en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza. Los padres de esos niños “diferentes” que descubren en ellos la felicidad. Resumiendo, los que ESTAN POR EL SER Y NO POR EL PARECER. Esos son los bienaventurados, los felices. Aquello que tienen algo que no se compra. Se siente. Y se transmite.

        Por todos ellos –y para todos ellos- levanto hoy mi copa y seguiré escribiendo mis BUENAS NOTICIAS. Aunque se rían. Yo no pretendo que rían o que lloren me conformo con que sonrían. Cuando la vida te presente razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una razones para sonreír. Yo te seguiré ayudando a hacerlo. Enhorabuena a los premiados.