LA BUENA NOTICIA DE MANUEL MONTES CLERIES

m.montescleries@telefonica.net

 

Málaga 1 de septiembre de 2014

 

 

LA CUESTA DEL “BICARBONATO”

 

A mediados de los años sesenta del pasado siglo, varios miles de jóvenes españoles, estudiantes universitarios de los distritos del sur de España, “veraneabamos” en la depresión que se encuentra en las estribaciones de las serranía de Ronda en dirección a Montejaque. Allá, en la estación de la Indiana, el ejercito español había instalado un campamento militar donde asistíamos a los cursos de la IPS, las conocidad Milicias Universitarias. Ese campamento, hoy convertido en un acuartelamiento de la Legión, vío pasar a muchas generaciones de estudiantes que en el verano cambiaban los libros por el caqui y el mosquetón; las aulas y las casas confortables por las tiendas de “indios” y el rancho potajero; los paseos al atardecer por la “cuesta del bicarbonato”.

 

Dicha cuesta no era una posición militar. Se trataba del acceso a las diversas compañías de infantería e ingenieros y los escuadrones de caballería que tenían sus “habitats” a media ladera del monte. Como los comedores, las duchas y el resto de las instalaciones comunitarias, se encontraban abajo, junto al río, cada vez que terminabamos una comida, cena, ducha o periodo de descanso teníamos que trepar por dicha malhadada cuesta. No hacía falta bicarbonato, llegábamos arriba con la digestión hecha.

 

En el periodo estival, en el lugar donde habito actualmente, un sendero que conduce junto a la playa desde Chilches hasta La Cala se convierte en una “cuesta del bicarbonato” un poco más amable y llevadera. Desde las primeras horas del día hasta el anochecer, miles de veraneantes y habitantes del lugar la recorren en una especie de peregrinación sudorosa en ambas direcciones. Unos corrriendo, otros andando, otros paseando o en bicicleta, con perro o sin él. Jovenes, los menos, y entrados en años y en carnes, los más, nos aprestamos a caminar, a ser posible a buen ritmo, cada uno a la hora que más le apetece. Hay un signo que no falla, si vienen con ropa de deporte sofisticada y nueva, son primerizos que no van a ser persistentes. Los reclacitrantes, entre los que me incluyo, nos pertechamos de un sombrero de palma o una vieja gorrilla, una camiseta comoda y unas zapatillas que conocieron una época mejor. El baño refrescante culmina la horita de “desengrase”.

 

La buena noticia de hoy me la proporciona esta posibilidad de hacer el deporte adecuado para todas las personas: caminar, tomar el sol y contemplar la belleza de una mar cambiante que se convierte en la más bella marina que puedas encontrar en ningún museo. Están de moda los gimnasios de nombres y aparatos sofisticados, los deportes de paleta y cancha de bolsillo, los retoques en los quirófanos, etc. Pero sigo estimando que aquella “cuesta del bicarbonato” era el mejor metodo para ponernos en forma en nuestra juventud y las largas caminatas veraniegas “au bord de la mer”, en nuestra senectud, son métodos extraordinarios para justificar que después nos podamos pasar en el comercio y en el bebercio. Un espeto de más, regado con un tinto de verano, nunca a matado a nadie.

 

caminar

!BERGOÑA!

27 f, 14

El segmento de plata

por Manuel Montes Cleries. m.montescleries@telefonica.net

 

Málaga 28 de Agosto de 2014

 

!BERGOÑA!

Esta exclamación dió comienzo a una intervención del Papa Francisco el pasado martes. Estoy escribiendo estas palabras junto al Mare Nostrum y le estoy contemplando con vergüenza. Hoy iba a escribir del amor que le demostraba un hombre mayor a su esposa enferma. Con que cuido la llevaba a la orilla y la esperaba para envolverla en la toalla. Con que mimo extendía una capa de filtro solar por su piel. Como le veía cocinar, trajinar, sacar la basura, etc. En una palabra: como me daba un ejemplo de amor a seguir por aquellos que no hemos descubierto por completo el verdadero significado de la palabra amor que, como tantas otras, hemos prostituido y aplicado a hacer justo lo contrario.

 

Pero el epíteto lanzado por el Papa me ha hecho detenerme en ese vocablo aragonés de ida y vuelta llevados por los ejercitos de Carlos V que invadieron casi toda Europa. Hoy la palabra “bergoña” junto a un movimiento de las manos con los dedos arracimados, significa para todo el mundo “verguenza total”. La que tenemos que sentir los “civilizados” europeos viendo recoger los montones de cadaveres de africanos devueltos por el peor Mediterraneo posible, a las costas del norte de África. Casi dos mil muertos en lo que va de año nos hacen enrojecer a cuantos tenemos cierta sensibilidad y sentimiento de culpa por los hechos que suceden. El otras veces apacible Mediterraneo, se ha convertido en una valla infranqueable llena de muerte.

 

!Bergoña!, grita el Papa; y nosotros, mientras discutiendo la longitud y extensión del abrazo de la paz en la Eucaristía. !Ay!, este mar, que debía de ser nexo de unión entre dos continentes que un día estuvieron unidos, y que una, a veces bendita y otras maldita, lengua de mar, a veces nos separa y, casi nunca, nos une. No se que puedo hacer. De momento aprender del anciano que cuida de su esposa. Algo es algo. Mientras: me muero de bergoña.

 

 

 

 

mediterraneo

Esperanza

25 f, 14

LA  BUENA NOTICIA DE MANUEL MONTES CLERIES

                                                                   Málaga 26 de agosto de 2014

 

 

ESPERANZA

        

         Cuando hace años, muchos años, estudiábamos -y aprendíamos de carretilla- el catecismo Ripalda, repetíamos con una musiquilla inigualable: “Las virtudes teologales son tres: fe, esperanza y caridad”. En los tiempos difíciles, tal como los que vivimos ahora, apelamos -creyentes y no creyentes- a las tres; pero ante la enfermedad, recurrimos especialmente a la esperanza.

 

Recuerdo que en los años en que el virus del sida se extendía por el mundo como un reguero de polvora, se pusieron en marcha la investigación, los laboratorios y los políticos -apremiados por los medios de comunicación-   de los países avanzados a fin de poner remedio a un mal que nos le había importado demasiado hasta que no lo habían sentido en sus propias carnes. Hoy, el sida, como tantas otras enfermedades, antiguas y modernas, tiene un tratamiento eficaz, tanto preventivo como paliativo.

 

Con el maldito ébola está sucediendo lo mismo. Gracias a Dios hemos podido constastar la curación de dos misioneros norteamericanos, victimas de la enfermedad, sometidos a un tratamiento experimental que, en su caso, no en el del misionero español, ha dado resultados satisfactorios.

 

Esta es la buena noticia de hoy que lo sería mucho más si se pusiera en marcha la producción masiva -y económica- de los remedios utilizados en los hospitales americanos para curar a sus dos subditos. Y, posteriormente, se pusiera a la disposición de esos pobres africanos que entierran a sus víctimas sin tener quien les ayude ni les trate. Que no pase como cuando el sida, que las peleas de los laboratorios alargaron innecesariamente la preparación de los tratamientos. O con el ELA, que queremos curar a golpes de cubetazos de agua helada.

 

Los “paises civilizados” seguimos mirándolos con indiferencia y cuidándanos de que no se vengan para acá los aquejados del ébola. Allá ellos con sus problemas. !Ay!, en que mundo vivimos. Seguiremos apelando a la esperanza. El ser humano es capaz de casi todo. Hasta de serlo.

 

 

 

 

 

esperanza

El segmento de plata

por Manuel Montes Cleries. m.montescleries@telefonica.net

 

Málaga 21 de Agosto de 2014

 

UNA PAELLA DISTINTA

 

Cada verano se cocinan miles de paellas con motivo de las distintas festividades y celebraciones que proliferan a lo largo del estío. Unas mejores que otras, (todos los que se ponen ante el fogón presumen de hacer la mejor paella del mundo). La mayoría de ellas hacen pasar a los sufridos invitados por el duro trance de probarla y sufrir las consecuencias del exceso de ingredientes, la falta o exceso de los mismos, o la inexperiencia generalizada en la mayoría de los “cocinillas” implicados.

 

Corramos un tupido velo y centrémonos en nuestra “paella distinta” de hoy. La bondad natural de las personas salta a la vista a muy poco que rasquemos la concha superficial que nos ponemos los seres humanos como una especie de autodefensa. Soy de la opinión de que las personas tan solo necesitan un pequeño estímulo para demostrar que la frase acuñada por la “Peña er sombrero” malacitana, en la que pontificaban que “to er mundo e gueno”, se hace realidad de inmediato.

 

En la comisaria de La Linea de la Concepción se han puesto de acuerdo policias, inmigrantes, voluntarios y algún modesto hostelero, para compartir el pan, la sal, el arroz y la amistad, a cara descubierta. Sin mascarillas. Uno de los inmigrantes ha hecho de cocinero, los policías han puesto el arroz, los pollos y los pimientos y una militante de Izquierda Unida, aunando esfuerzos con Sor Magdalena, una monja que anda por allí, han servido las abundantes raciones que han compartido tirios y troyanos.

 

!Qué hermosa imágen! Qué diferencia con la actitud de los paises europeos que han explotado África de una forma exagerada dejándolos luego a su suerte en estados creados, a golpe de escuadra y cartabón, desde confortables despachos en la metrópoli. Primero, con las guerras tribales, que se encargan de alimentar; luego, con las hambrunas y enfermedades, primero el sida y ahora el ébola -que nos preocupamos mucho de que no salga de aquellos territorios- pero que, a mi entender, no abordamos con determinación desde el resto del mundo para paliarlo y, a ser posible, erradicarlo.

 

El hambre, la necesidad y la vida muelle que se suponen que todo el mundo disfruta en Europa, hace huir a miles de africanos de sus tierras, cruzar el desierto, y, por último embarcarse en la travesía que a modo de Mar Rojo les permite llegar -a algunos- a la tierra prometida. Les queda un largo camino que recorrer para encontrar lo que buscan, pero ese día, el de la paella, los policias, los voluntarios y los encargados de un bar han sido las manos de Cristo que les han acariciado sus maltrechos hombros. Ojalá se repita este “milagro”.

 

 

 

 

 

Foto de Marcos Moreno publicada en el Diario El País.paella inmigrantes

 

 

La buena noticia

de Manuel Montes Cleries

m.montescleries@telefonica.net Málaga 18 de agosto de 2014

EL VOLUMEN NO IMPORTA

Pertenezco al sufrido colectivo de aquellos que siempre hemos estado pasados de peso. De pequeño nos decían que éramos unos niños muy hermosos. Pero a partir de nuestra incorporación a las tareas escolares se trocó la “hermosura en el “gordo” directamente. La búsqueda de ropa confeccionada empieza a sufrir dificultades con la adquisición del traje de comunión. De allí en adelante, todo se convierte en un rosario de humillaciones, de miradas furtivas, de camisetas en la playa, de búsqueda de ropa a la desesperada y todo aderezado por las distintas dietas. Milagrosas unas, inexplicables otras, sacadas de libros americanos y europeos, recetas de herboristas de médicos chinos, tradicionales, dietistas afamados, etc.

Al final, los pies fríos y la cabeza caliente. La mayoría de las veces en vez de perder kilos, lo que se pierde es el tiempo y el dinero. El sabio doctor Grande Covián afirmaba que “lo único que no engorda es lo que se deja en el plato”. Es cierto lo único que adelgaza es el no comer. Y creo que no vale la pena. Lo curioso es que medio mundo está a régimen, mientras que la otra mitad pasa hambre por falta de alimentos.

La historia ha pasado de considerar la “hermosura” (que era signo de salud en la posguerra) a las “caninas ambulantes” que nos han querido vender como signo de belleza aquellos que no saben apreciarla. Finalmente, los americanos, !ay! siempre los americanos, se han liberado de prejuicios, nos han exportado las bebidas carbónicas y la comida basura, y todos tan contentos. Encima los diseñadores, fabricantes y distribuidores de ropa han descubierto el filón y se han lanzado al paraíso de las tallas grandes. La primera vez que observé esta situación (hace ya veinte años), fue cuando descubrí una tienda en Bruselas que se denominaba GULLIVER. La mitad la dedicaban a tallas minúsculas y la otra mitad a tallas xxxxxxxxxx; del 60 para arriba.

Pero el colmo de lo insólito lo descubrí en una gran superficie cercana a Nueva York donde no pude comprarme nada porque !todo me estaba grande! La buena noticia de hoy me la proporciona la rebelión de los de peso pesado.

Las playas se han llenado de mujeres y hombres con una gran superficie corpórea que exhiben sin ningún tipo de complejo. Bikinis minúsculos, tangas imposibles, bañadores apretados en los hombres, etc., cubren unos generosos cuerpos más realzados que nunca -dada la moda de tatuarse- por dibujos, frases y, si se lo proponen, con la impresión completa del Quijote.

Me parece muy bien, que cada uno haga con su cuerpo lo que quiera. Lo importante es que seamos felices. Y que nos dejen vivir con nuestro peso. Dentro de cien años, todos calvos.

oliver y hardy

 

 

 

 

 

 

 

LA BUENA NOTICIA DE MANUEL MONTES CLERIES

Málaga 12 de agosto de 2014

 

EL TRANVIA AUSTRALIANO

 

A veces observamos con indiferencia los hechos que suceden a nuestro alrededor. Quizás es que nos encontramos tan ensimismados con el torbellino de noticias que nos invade a cada momento, que no reparamos en situaciones que nos pueden mover a sonreír y, al mismo tiempo, a sentirnos orgullosos de nuestros congéneres que no son tal malos como parece.

 

Un pequeño video en medio de un informativo me puso en alerta. En Australia (no he podido encontrar la población pese a que la he indagado en Internet), en una estación de metro un hombre introdujo involuntariamente el pie entre el andén y el estribo del vagón. Al observarlo uno de los vigilantes hizo detener el convoy y comenzó a rescatar la pierna del desgraciado viajero.

 

Una vez más, la determinación popular hizo el resto. Descendieron del vagón los viajeros y, junto a los que deambulaban por el andén, empujaron lateralmente el vagón de forma que pudieron liberar la pierna apresada sin ningún problema posterior.

 

Hasta aquí la narración de los hechos. Ahora vienen las elucubraciones del que esto escribe. ¿Sería un vagón gafado del tranvía de Velez-Málaga que, al parecer, enviaron los veleños a Melbourne en calidad de alquiler? Si es así, se puede decir que no era tan malo, por lo menos es manejable. Por otra parte, ¿como es posible que aun siga existiendo un espacio suficiente entre el andén y los vagones para que quepa el pie de un adulto? Ya es tener “mala pata”.

 

La buena noticia, como siempre, me la proporcionan los seres anónimos. Esos que se aprestan a empujar -hombres, mujeres y niños- en un esfuerzo solidario que consigue zafar la pierna del pobre hombre atrapado. El ser humano sigue ganando a la maquina por su voluntad, su inteligencia y su cooperación.

 

Otra buena noticia es la llegada a España del Hermano de San Juan de Dios repatriado desde África. Uno de tantos misioneros que, una vez tras otra, dan la talla ante la guerra, la enfermedad o la persecución. Por una vez la solidaridad de la mayoría de los españoles se ha arracimado alrededor del Padre Pajares, -aunque siempre hay personas que intentan sacarle punta a todo- y nos ha hecho sentirnos felices porque un héroe -hasta ahora anónimo- haya podido regresar a su país para vivir o morir en paz. Le deseo toda la suerte del mundo

 

padre pajares

El segmento de plata

por Manuel Montes Cleries. m.montescleries@telefonica.net

 

Málaga 7 de Agosto de 2014

 

NO ROMPIENDO… NO ES MAL LANCE

 

Mis conversaciones con los hombres mayores, con quién comparto a diario en mi partida de dominó, me permiten rememorar sus viejos refranes populares. Sus dichos y comparaciones contienen un montón de verdades como puños, basadas en la filosofía popular que nace de años de penuria y dificultades de la vida que siempre recaen en los mismos.

 

Antaño, la gente de la playa, los marengos, basaban su vida laboral en salir a pescar -los días de bonanza- en las bacas, las traíñas, o las jábegas. Cuando no contaban con embarcaciones adecuadas, usaban modestos botes para, desde la propia playa, pescar con los copos o los boliches. Si no hacía buen tiempo, al quedar en tierra, se dedicaban a la reparación de las redes, con una maestría similar entre los hombres y las mujeres, en un zurcido y remiendo para el que utilizaban tanto los pies como las manos, o a la fabricación de corcheras y “parales” acompañados siempre del consumo de aguardiente revuelto.

 

He vivido muy de cerca las faenas de pesca de los boliches playeros. Llegué a pertenecer -como amateur-, durante bastantes veranos, a la tripulación del “Juanillo Ufemia” (“armador” propietario de las redes y el bote), que contaba con el “Zelipe” como patrón de pesca. Día tras día repartíamos un modesto “rancho” en especie y alguno de ellos se llevaba unos duros a su casa. Yo, como “forastero invitado” bastante tenía con el puñado de chanquetes (gloria bendita) que aportaba a mi cocina como un tesoro.

copode nuevo.

 

Nos viene muy bien recordar de vez en cuando esas frases y esa filosofía de vida popular. No nos tienen que poder las circunstancias adversas: enfermedades, problemas económicos, relacionales o familiares; debemos afrontarlas con decisión y esperanza. La vida está llena de luces y sombras, de altos y bajos, de buenos y de malos lances pero al final, lo que te queda, es la satisfacción de haber podido enfrentarte a ellos y la posibilidad de que mañana puedas echar otro lance en las playas de la vida. No estamos solos. Nunca estamos solos.

 

 

SOLEDAD

3 f, 14

La buena noticia

de Manuel Montes Cleries

m.montescleries@telefonica.net Málaga 4 de julio de 2014

SOLEDAD

Hay ocasiones en nuestra vida en que apetece, y conviene, estar solo. Solo con nuestros pensamientos, nuestro pasado, nuestro futuro y, porqué no, con nuestro presente. Las grandes decisiones y los grandes problemas de nuestra vida los tenemos que compartir con los que los rodean pero, finalmente, el mal trago o el paso definitivo lo tenemos que afrontar con la persona que se mueve encima de nuestros zapatos.

En la vida hay situaciones accesorias, importantes y esenciales. Es accesorio lo que vamos a comer ahora, es importante tu empleo o tu futuro profesional, pero es esencial tu familia. Cuando a la parte esencial de tu vida la sustituyes por cosas, sensaciones, dinero, poder o prestigio, te equivocas de medio a medio. Como conocerán los que me han leído en alguna ocasión, tengo una familia grande, con raíces ascendentes, colaterales y descendentes. En los momentos claves, mejor dicho, en todos, mi mujer Ani organizan lo que yo denomino “una excursión”. Este acto consiste en recopilar a cuantos familiares se encuentren dispuestos a asistir al evento, comida, reunión o lo que sea, que se celebre. En lo bueno y en lo malo. Hace años escribí un artículo que denominé “Los Montoya”. Acababan de operarme de una rodilla y, al salir del quirófano, me encontré a dos docenas de personas que me esperaban a la puerta del mismo. Avergonzado rememoré las sagas de calés que montan el campamento a la puerta del hospital mientras curan al patriarca.

Esta última vez la “excursión” ha sido a Sevilla. Sometían a mi hija mayor a una delicada operación de intestinos con un pronóstico, cuando menos

complicado. No se como, pero conseguí, en medio de la multitud de familiares, aislarme. He podido estar entre ellos pero a solas con mis pensamientos y recuerdos. Entonces he rememorado aquella tarde en la puerta de Carlos Haya con mi hijo mayor en la planta de quemados. O la primera vez que operaron a Anapi, -esta ha sido la segunda en el mismo trozo de tripa fastidiado-. O ,cuando Jesús tuvo una “corná” quirúrgica, que le tuvo “más pallá que pacá”.

En esos malos momentos no necesita uno hablar con nadie. Aunque agradezcas tenerlos cerca. Necesitas enfrentarte contigo mismo y hacer balance. La buena noticia estriba en que, si te paras y razonas, este es siempre positivo. Doce horas dan para mucho y recuerdas a los partos que has asistido, desde dentro o desde la puerta -veintidós hasta ahora- los hijos ya mayores, los nietos, los amigos y, sobre todo, ese Dios que siempre te acompaña desde el silencio y la cercanía. Todavía quedan en los hospitales -hasta que se le ocurra suprimirlas al preboste de turno- unas pequeñas capillitas donde encontrar soledad en compañía y consuelo. Las descubre mucha gente. Esa soledad, a veces, es necesaria. Anapi está muy bien. Eso es una excelente noticia.

 

 

capilla