VERGÜENZA

30 f, 22

El segmento de plata

Por Manuel Montes Cleries

30 de junio de 2022

            

       Hay veces que se me cae la cara de vergüenza por el simple hecho de ser humano

        En estos días se ven muchas poses orgullosas por parte de aquellos que presumen de ser los “salvadores” de nuestra humanidad, los padres de la patria o los defensores de occidente. Celebraciones con banderas de muchos colores y de todo tipo que conmemoran “avances conseguidos” en nuestra avanzada sociedad del siglo XXI.

      Mientras tanto no se me quita de la retina la foto de una masa de seres humanos apilados en el suelo. Como si de un desguace de personas se tratara. Me ha recordado las imágenes del holocausto nazi. Al mismo tiempo cientos de aviones, coches de lujo, hoteles de cinco estrellas, recepciones y almuerzos llenos de falsas sonrisas y, finalmente, un encuentro de un montón de naciones que se reúnen en Madrid para arreglar el mundo.

     ¿Qué mundo es el que quieren arreglar? ¿El suyo? ¿El de la élite y los Vips? Estas reuniones coinciden con el entierro de no se sabe cuantos hermanos sin identificar en un cementerio improvisado a menos de unos kilómetros del Mare Nostrum que es “suyum”.

     Lo que importa es el gas, el petróleo o los fosfatos. La fabricación de armas, buques y aviones de combate que mantengan ricos, cada vez más ricos,  a los países poderosos. Entretanto siguen a la espera de volver a jugarse la vida unos miles de subsaharianos que ambicionan la posibilidad de saltar la valla en busca de un rincón donde dormir y una manta con la que cobijarse y vender baratijas falsas. Su único delito se basa en haber nacido en un sitio equivocado. En unos países que, si recibieran las ayudas y la formación adecuada, podrían salir de una especie de esclavitud que siguen sufriendo y de la que huyen a costa de sus vidas. Su final: una tumba sin nombre.

       Me da vergüenza de esa foto. Me da vergüenza de no poder hacer nada por evitarla. Me da vergüenza de que unos tengamos tanto y otros tan poco. Mientras, los que sí que pueden, se siguen haciéndose otra clase de fotos, pavoneándose delante de “las Meninas”, dándose abrazos y presumiendo de lo listos, lo guapos y lo fuertes que son. ¡Y no le dan vergüenza de los que sufren en Ucrania, en África o en el resto del mundo! Incluido un tercio de los españoles. ¡Poca vergüenza!                                                                             

MAESTROS

26 f, 22

La buena noticia

Por Manuel Montes Cleries

Málaga 26 de junio de 2022

      Pertenezco a una saga de docentes. Mi madre era maestra, tengo tres hijos maestros y ayer asistí a la graduación como Maestro de Educación infantil de mi nieto mayor: Iván

            Han transcurrido muchos años desde aquellos primeros días del verano de 1936 en los que mi madre recibió el título de maestra en aquella vieja escuela Normal de la Plaza de la Constitución. Los avatares de la vida la apartaron del magisterio hasta que muchos años después se reintegró a la docencia hasta que se jubiló.

            Tres de mis hijos siguieron la estela de su abuela y se convirtieron en profesores de EGB, maestros o como se les llame ahora. La cadena familiar agregó ayer un nuevo eslabón en la figura de mi nieto Iván. Un maestro que viste el cargo con su apariencia de profesor despistado y una excelente formación como pedagogo y pianista.

           Asistir a la graduación de un nieto, al que anteayer paseabas en un carrito de bebé, te transmite un sentimiento de orgullo inenarrable. Una sensación de deber cumplido y la confirmación de que todos los esfuerzos propios y de todos los tuyos han obtenido su recompensa.

           Mi buena noticia de hoy me la transmiten esas oleadas de jóvenes universitarios que cada año se incorporan a la vida laboral o docente de nuestro país. Es una gran noticia el gran aumento de jóvenes que realizan sus estudios universitarios en una buena mayoría. Aun recuerdo la graduación de apenas una docena de alumnos que terminaron conmigo el profesorado mercantil. Unos tiempos en los que solo se podía estudiar en Málaga: Comercio, Peritos industriales o Graduados Sociales.

       Han cambiado los modos y las modas. Los atuendos y los discursos. El acto de graduación estuvo lleno de desparpajo y libertad de expresión. Risas, llantos, agradecimientos a las familias y al profesorado y monólogos televisivos. Pero detrás de todo esto una excelente formación. Un canto a la libre enseñanza, lejana del adoctrinamiento y abierta a los nuevos tiempos.

     Una riada de nuevos patrones que encauzarán el navegar de las generaciones venideras por la difícil singladura vital que se les avecina. Un par de cientos de jóvenes serios y formados que saben compaginar la enseñanza con la educación y la formación en valores. Espero que los políticos los dejen hacerlo. Que les ofrezcan menos nuevos planes de enseñanza y más medios de todo tipo.

El segmento de plata

Por Manuel Montes Cleries

23 de junio de 2022

      Los pertenecientes al “segmento de plata” somos carne de cañón

            Como comprenderán no me refiero a estar inmersos en una guerra tipo militar. Me refiero a nuestra presencia en primera fila de lo que se denomina “ley de vida”: la aparición inexorable de la enfermedad y la muerte en nuestro ámbito más cercano.

            A lo largo de nuestra dilatada existencia hemos asistido a este proceso. Primero en nuestros abuelos, después en nuestros padres y ahora en nuestro propio círculo. Como decía con su sentido del humor habitual un amigo mío: “las bombas están cayendo a nuestro alrededor”.

           Creíamos que esta tesitura jamás nos iba a llegar. Pero, casi sin darnos cuenta, descubrimos que muchos de los que iniciaron esta andadura contigo, se van quedando en el camino. Aquellos compañeros de infancia, de juventud, de estudios, de las Milicias, de nuestros primeros trabajos, de toda nuestra vida, van desapareciendo de nuestra agenda telefónica o de nuestro grupo de whatsapp. Comienzas a remirar fotos o películas antiguas y vas descubriendo cuantos de ellos han abandonado este mundo y han pasado a mejor vida.

          Estimo que esto no deber entristecernos. Creo que es una buena oportunidad para dar gracias a Dios porque nos mantiene vivos en este mundo; con la salud y las fuerzas suficientes para dar un poco de cercanía y de servicio a los tuyos y a los demás. Creo que aquellas que se han ido, permanecen contigo mientras los tengas en tu recuerdo. Y así seguiremos tirando.

      La perdida de los seres queridos te impele a mejorar tu trato con los que aun te quedan y a ampliar tu nómina de amistades con aquellos, quizás de otra generación posterior, que te rodean.

       También desde la “primera fila” se puede –y se debe- disfrutar de la vida. Recordando el pasado con cariño, viviendo el presente con alegría y dejando el futuro en las manos de Dios. Somos carne de cañón… pero seguimos vivos.

MI AMIGO INGLÉS

19 f, 22

La buena noticia

Por Manuel Montes Cleries

Málaga 19 de junio de 2022

      Tengo un vecino que ha acabado siendo mi amigo. Clay es un londinense grande y rubicundo que ha descubierto el paraíso malagueño    

            Su imagen es más parecida a un hooligan del Arsenal o del Chelsea, que a la que se espera de su pasado como miembro de las fuerzas del orden británicas. A Clay le sienta muy bien España. Desde que se jubiló hace media docena de años ha duplicado su peso y su amor por España, el tinto, las ventas, restaurantes y bares que rodean nuestro “rincón” axárquico.

            El pasado jueves, en plena ola de calor en toda la península, me hacía ver que por aquí disfrutábamos de diez grados menos que cualquier localidad al norte de las Pedrizas. Entretanto, ambos disfrutábamos de las limpias, transparente y calidas aguas del Mediterráneo que aun no han recibido los efluvios de los emisores costeros.

       Mi deseo es que deberíamos vivir todo el año con las características de los meses de mayo y junio malagueños. Como eso no puede ser, nos conformamos con lo bien que se vive en Málaga todo el año.

             Clay se sabe los precios del Mercadona mejor que el señor Roig. A diario hace una cata de las últimas novedades del pasillo de los vinos y las cervezas. La ginebra se la trae directamente de sus garitos londinenses. Para el resto de sus relaciones gastronómicas y comerciales utiliza un “spanglish” suficiente. Habla el español casi tan mal como yo hablo el inglés, pero nos entendemos. 

      Mi buena noticia de hoy me la proporciona el clima y el mar de nuestra Málaga. Ya nuestros antepasados: los griegos, cartaginenses, romanos, árabes y las mezclas subsiguientes, así como los “descubridores” foráneos desde el pasado siglo: ingleses, suecos, alemanes, franceses y musulmanes con pasta, han sabido apreciar las bondades de nuestro clima y de nuestras gentes y aquí se han quedado para siempre.

     Hasta los propios españoles, empezando por mi padre, cuando llegan aquí se quedan y no se les puede echar ni con agua caliente. Tengo en mi familia próxima, jiennenses, sevillanos, burgaleses y valencianos. Todos han plantado sus raíces aquí.

     Olé por “my friend Clay”. Se ha convertido en un malagueño de adopción. No quiere saber nada del brexit, Cameron, Theresa May, Boris Jhonson y su Real Majestad Británica. Él se apaña con euros y espetos. El ha descubierto la buena noticia. Málaga. Spain.

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EL AUTOBÚS

16 f, 22

El segmento de plata

Por Manuel Montes Cleries

16 de junio de 2022

           

          Entre los precios de la gasolina y el estado del tráfico nos han obligado a los sufridos españolitos a usar y abusar de los autobuses urbanos

          Para mí no es nada nuevo. El vivir en las afueras de la ciudad y el precio desorbitado de los aparcamientos, hace años que me ha convertido en un ferviente usuario de los servicios públicos. Encima mi ayuntamiento ha creado unas tarifas muy económicas para los “jubiletas”.

         Quieras o no, mi espíritu de escribidor de historias me hace permanecer muy atento a cuanto acaece en el pequeño mundo que gira durante media hora alrededor de un trayecto. Un revoltijo de frases, llamadas por los móviles, quejas del tiempo, el gobierno y todo lo que se mueve. Broncas por el asiento o el espacio y gracia, mucha gracia, en las distintas intervenciones.

       Los usuarios del transporte público se convierten, por un rato, en una especie de sindicato reivindicativo de cuantas situaciones estima denigrantes o, cuando menos, poco amables, con el resto de los viajeros. Chillidos advierten de la carrera de alguien que quiere subir o abandonar el bus. Afean a los jóvenes que usan los asientos destinados a los mayores, mujeres embarazadas o inválidos y, finalmente, se solidarizan con todo el que notan un poco apurado.

    Estas ideas se me incrementaron días pasados. Una mañana de gestiones en el centro, agravada por la ausencia de una copia del DNI de mi esposa, me hizo volver a casa. En resumen; cuatro viajes de casi media hora cada uno.

      Cuando retornaba a mi domicilio por segunda vez, una vez completada satisfactoriamente la gestión, pude observar como una señora sesentona entraba apurada en el autobús en el último segundo. Chapurreaba un pésimo español con acento eslavo y entregó 20 euros para pagar el billete. El conductor se negó a cambiarle. Parece ser que tienen la norma de no cambiar billetes de ese valor o superior. La mujer desesperada se dirigió a cuantos la rodeábamos preguntando si teníamos cambio. Nadie lo tenía.

       Surge la Málaga solidaria. Inmediatamente tres mujeres se ofrecen a pagarle el autobús. Una de ellas se adelanta y pasa su tarjeta de transporte por la maquinita. La otra le sede el sitio y una tercera le ofrece dinero suelto para pagar el billete de vuelta.

       La señora estaba a punto de llorar. Esta vez de alegría. Y yo estaba a punto de iniciar un aplauso. Olé por la buena gente. El movimiento se demuestra andando.

       Seguí escuchando conversaciones e inventando historias mentales. Pero me sentí orgulloso de mi condición de ser humano. Esto no son promesas de los políticos. Son realidades de la “gente corriente”. La que no sale en los papeles.

SIERRA BERMEJA

12 f, 22

La buena noticia

Por Manuel Montes Cleries

Málaga 12 de junio de 2022

      En estos días ha vuelto a saltar a las portadas de los periódicos y a las cabeceras de los telediarios esta maravillosa zona de la Serranía malagueña

    Puede ser que los árabes le pusieran este nombre a consecuencia del color rojo de sus tierras preñadas de óxido de hierro. Parece que intuían la presencia de los sucesivos incendios que sufría y sigue sufriendo. Es una parte de la serranía de Ronda batida por todos los vientos de la cercana costa, de poniente y de levante, incrementados por el terral que también se adueña de la zona. Su espesa vegetación de alcornocales, pinsapos y todo tipo de matorrales unido a la sequedad del terreno propicia la posibilidad de extender el fuego apenas cualquier incidencia, fortuita o premeditada, aparece en cualquier parte de la sierra.

     Los pueblos y las distintas urbanizaciones han ido invadiendo este paraje y trayendo consigo la falta de coherencia y de respeto al bosque por parte de sus habitantes. Como consecuencia de la misma  se han producido los dos últimos terribles incendios que han estado a punto de asolar la montaña llevándose por delante casas aisladas, animales autóctonos y la maravillosa vegetación que tardará decenas de años en regenerarse. El primero, en septiembre de 2021 tardó más de cuarenta días en dominarse, con pérdidas de vidas humanas y desolación total en las poblaciones cercanas.

     Todo ello es consecuencia de la “civilización” invasora y la especulación desorbitada que crea comida para hoy y hambre para el mañana. Curiosamente arden espacios que se intentan urbanizar. Tan solo hay que escuchar a los mayores que han desarrollado toda su existencia en la zona y que jamás habían vivido situaciones como las presentes.

     La buena noticia de hoy se basa en que, en esta ocasión, se ha conseguido controlar el incendio en pocos días gracias al Infoca  y a la extraordinaria intervención de los bomberos de la zona, la UME y un excelente equipo que ha coordinado los medios aéreos y terrestres. Finalmente, parece que han acorralado la bestia que amenazaba con arrasar lo que se pudo salvar el año anterior.

    La buena noticia de hoy me la transmiten esas personas mayores que, una vez más, han podido volver a sus preciosas casas de pueblo, a cuidar sus gallinas y sus animales domésticos, y a intentar defenderse de la Costa que intenta invadirlos con el turismo y la especulación desorbitados. Esos hombres y mujeres que llevan toda la vida cuidando su entorno y que de golpe y porrazo se ven amenazados por la “civilización” menos civilizada.

La desesperación de los vecinos de Sierra Bermeja ante el incendio en Málaga

El segmento de plata

Por Manuel Montes Cleries

9 de junio de 2022

            Cuando te vas haciendo mayor te cuesta trabajo reconocer tu verdadera situación

          Se comienza por tener problemas para describir con palabras el estadio de la vida en que te encuentras. Se utilizan toda clase de definiciones para “dulcificar” lo que realmente somos, aunque en nuestro profundo yo, pensamos que no hemos llegado a envejecer lo suficiente para recibir ninguno de esos calificativos.

        Hablamos de tercera edad, segmento de plata, mayor, abuelete, carroza, carcamal, veterano, vetusto, longevo,  patriarca, senil, etc., hasta llegar a lo que más te molesta que te llamen: anciano o viejo. Aun recuerdo con pavor como recogían los periódicos de los años ochenta una noticia en la que se describía el atropello por un tranvía de “un anciano de cincuenta y siete años”.

      Ciertamente algunos de esos adjetivos son francamente insultantes. Tenemos abuelos (de los que tienen nietos) con alrededor de cuarenta años y deportistas con más de setenta que corren maratones. La verdad es que eso de la tercera o la cuarta edad es muy discutible y está necesitada de una apreciación subjetiva.

      Esta reflexión me ha venido sugerida por dos situaciones que he vivido esta mañana. A primera hora tenía que realizar una gestión bancaria junto a un amigo de mi misma edad. Ambos somos “jóvenes” de más de setenta y cinco años. Al llamarnos amablemente la señorita del mostrador de atención al cliente, un “anciano” se ha adelantado indignado porque decía que había llegado antes. Nos retiramos un tanto molestos por los malos modos de dicho señor. Al sentarnos a esperar comentamos con cierta suficiencia: pobrecillo es un viejo. El tal anciano tenía diez minutos más que nosotros. Pero le veíamos desde nuestra “juventud”.

     Mi segunda experiencia la he vivido durante mi visita mensual a mis amigos acogidos en una residencia. Allí he tirado de complejo de superioridad y he mirado, desde mi mal reconocida senectud, a los que me he ido encontrando. Lo curioso es que la mayoría de ellos son de una edad aproximada a la mía. Incluso más jóvenes. Otro alarde de inconsciencia.

    Mi ventaja estriba en que soy todo lo libre que puedo dentro de mi incapacidad física para realizar tantas cosas como hacía hace años. Pero en cambio la gimnasia mental, un poquito de mantenimiento, caminar, unas dosis de piscina y el estar abierto a lo que sucede en el mundo, me permiten sentirme un representante típico del “segmento de plata”. Con inquietudes, muchas cosas que hacer y tiempo para realizarlas. Lo cual no me priva de reconocer la realidad. Estoy mayor… porque soy mayor.   

La buena noticia

Por Manuel Montes Cleries

Málaga 5 de junio de 2022

   Somos un país de contrastes. Pasamos de la tristeza a la euforia con rapidez. Necesitamos muy poco para ello

    Si alguna entidad, con capacidad para ello, realizara un estudio en profundidad sobre el pueblo español, se toparía con las características propias de una civilización mediterránea nacida de una mescolanza de culturas e influenciada por las peculiaridades recibidas de los distintos pueblos invasores que han calado profundamente en el lenguaje y la forma de ser de los españoles.

   Somos un país de contrastes. Las noticias nos hablan de una profunda depresión económica asociada al paro de más de tres millones de españoles. Mientras tanto los espectáculos, los bares, restaurantes, conciertos, lugares de vacaciones, cruceros y toda clase de lugares festivos, se encuentran atiborrados de personas que apuran sus euros como si no hubiera un mañana.

    Los españoles somos unos seguidores denodados del “Carpe diem”.

Aprovechamos cualquier oportunidad para celebrar lo que sea. El transcurrir del año está lleno de oportunidades para echarnos a la calle y disfrutar del día a día. Como si el trabajo fuera un espacio corto entre dos festividades. Año nuevo, carnaval, Semana Santa, cruces de mayo, romerías, verbenas, ferias de primavera-verano-otoño, Halloween, Navidad. Cualquier tiempo es bueno para celebrarlo.

     En lo deportivo somos del Madrid o del Barça (además del equipo de nuestra ciudad que nos da menos alegrías), esto nos permite ser siempre ganadores. Somos de todas las selecciones españolas. Sean de la disciplina que sea. Alguna ganará algo. El caso es celebrarlo.

     Lo mismo vamos peregrinando a Santiago, al Rocío que a lo que haga falta, mientras le negamos el pan y la sal a las prácticas religiosas, que consideramos obsoletas. Los templos se encuentran casi vacíos y la formación cristiana brilla por su ausencia. Sin embargo seguimos bautizando y llevando a recibir la primera comunión a nuestros hijos. El caso es celebrarlo y llevar a los niños a Disney.

    En una palabra. Somos unos cachondos mentales. Un pueblo distinto… pero maravilloso. La envidia de cuantos llegan por aquí y nos conocen. Aquél que los antiguos decían que los tratantes se peleaban por un duro durante horas cuando hacían un negocio y después se gastaban cinco para celebrarlo. Tenemos luz, alegría y gracia para reventar.

     Y si todo nos sale mal… aun nos queda Rafa Nadal para hacernos felices. Que se lo digan a mi suegra. Encarna. 95 años. No pierde un partido del manacorí.

    Gane o pierda hoy Rafael Nadal Parera es siempre una buena noticia. Especialmente para mi suegra.  

PAPELEO

3 f, 22

El segmento de plata

Por Manuel Montes Cleries

3 de junio de 2022

            Llevo escribiendo esta columna desde hace un montón de años. Siempre la he publicado en miércoles o jueves

          Por primera vez, y sin que sirva de precedente, la redacto un viernes. La cosa no tendría importancia si esta demora hubiera sido motivada por un viaje o cualquier circunstancia inoportuna. Lo que me ha impedido dedicar el tiempo suficiente a la elaboración de estas reflexiones ha sido el maldito papeleo.

       Sí. Ya se que he llevo muchos días dándoles la matraca a mis lectores con los avatares frutos de una mudanza en toda regla. Pero es que ahora estoy sufriendo las consecuencias posteriores al desplazamiento físico. Se trata del cambio generalizado de documentos.

       Por si fallara la memoria, me confeccioné una lista de las gestiones a resolver. No cabía en un folio. Más de una treintena de entrevistas personales, telefónicas o a través de Internet. Para colmo, las diversas instituciones te derivan inmediatamente a las ventanillas virtuales de cada entidad. Un auténtico laberinto. Agua, luz, bancos, gas, comunidades de propietarios, ibis, tráfico, padrón municipal, impuesto de circulación, vados, seguridad social, hacienda, seguros, DNI, permiso de conducir, etc., etc.

      Todo un galimatías para cualquiera, especialmente si no es un hacker o está poco versado en la cibernética. Contestadores automáticos, funcionarios agotados por el cúmulo de preguntas, desplazamientos inútiles. ¿Qué más nos queda? Paciencia y barajar.

     Y ahora me hago la pregunta del millón. ¿No nos tiene controlado el “gran hermano”? ¿No tienen controlados todos nuestros datos la administración? Creo que con un simple cambio de domicilio en el padrón municipal sería suficiente si verdaderamente contáramos con una administración moderna y eficaz. Pero esto entra en el campo de la utopía.

      Mientras tanto seguiré haciendo gestiones y, como el  protagonista de la serie “mi nombre es Earl”, iré tachando renglones de mi lista a medida que los vaya tramitando. Lo dicho. Paciencia, manos y a la obra. “A papeleaaaaar”.