LA BUENA NOTICIA DE MANUEL MONTES CLERIESMálaga 31 de marzo de 2008m.montescleries@telefonica.net  CAMILA HA TENIDO SUERTE            Cuando hablo de Camila, no me refiero a la poco agraciada consorte del Príncipe de Gales; a la que Dios guarde muchos años. Estoy refiriéndome  a una niña hispano-boliviana de unos cuatro meses de edad a la que hemos conocido recientemente. Se nos presentó, una tarde de principios de marzo cuidadosa y cariñosamente transportada en brazos por su madre. Apenas se veía  porque estaba completamente envuelta en una mantita infantil.             Camila, pese a haber nacida en España, es el vivo retrato de sus antecesores; los habitantes del altiplano. Su mezcla entre aimara y quechua ha dado como fruto a una morenita hermosa, redonda y apretadamente bien criada. Sus ojos oscuros relucen en una cabecita coronada por una pelambrera azabache. Iba pulcramente vestida con un abultado  ropaje por temor al traicionero frío primaveral.           Su madre venía preocupada por una erupción cutánea a la que la pediatra  no dio importancia, achacándola a una reacción a la leche materna. Una pomadita… y a su casa, no sin antes ir convenientemente provista de pañales para la niña y de leche para la madre que si que la necesitaba.           El viernes nos llamaron las trabajadoras sociales del Hospital Clínico de Málaga. Acababan de internar a la hermana de 17 años de Camila, para operarla de un tobillo que se había fracturado. La madre, desesperada, no tenía con quién dejar a la niña pequeña mientras acompañaban a la mayor. Atenciones sociales, muy preocupados de problemas substanciales, no contempla esta circunstancia. A los diez minutos de llamar, ya la estábamos acompañando y tranquilizado. Camila desde entonces  tiene cola de “canguros” para quedarse con ella cuanto tiempo haga falta.         Esta es la sencilla y buena noticia. Por lo menos, una niña, cuya situación familiar no es la óptima -por unas circunstancias que por desgracia empiezan a ser habituales- , va a ser artífice de la felicidad de unas personas que van a cuidarla. Van a vestirla, van a alimentarla, van a quererla y con ello van a solucionar la angustia de una madre boliviana. Una mujer sencilla y tan honrada, que intenta devolvernos parte del dinero que le habíamos entregado para el transporte.           Cuando escribo estas líneas no estoy en un buen momento personal. Pero ¡que narices! Vale la pena seguir luchando mientras se sigan viviendo los pequeños milagros de cada día. Hoy me gustaría ser niño. Decía Jean de la Bruyere, un francés del XVII: “Los niños no tienen ni pasado ni futuro, gozan del presente. Cosa que a nosotros no nos sucede mucho”. Quizás estoy demasiado preocupado de lo que parezco.  Como Camila, debo preocuparme de lo que soy. Camila hoy es feliz. Y yo, también. Y los muchos padres y madres adoptivos circunstanciales que tiene Camila, más todavía.   Cristo ha resucitado.  Él si me entiende.

FELICES PASCUAS

23 f, 08

LA BUENA NOTICIA DE MANUEL MONTES CLERIES m.montescleries@telefonica.net EL NAZARENO DE LA VELETA         Hace años descubrí la figura de un nazareno ubicada en el lugar menos imaginable. Una mañana, mientras pasaba por el puente de la Esperanza con dirección al Perchel, observé que una ráfaga de viento hizo moverse la veleta que remata la Basílica de la Esperanza. Jamás había reparado en que los diseñadores de la misma, en vez de utilizar la consabida flecha que indica la dirección del viento, habían instalado la figura recortada de un nazareno con su vela y todo.       En su día, redacte un artículo que hablaba del ingenio de quien había decidido dicho detalle. Esta Semana Santa, el nazareno-veleta me ha hecho pensar. El nazareno, -el personaje más  sencillo y anónimo de la Semana Santa-, está inmerso en una sociedad, religiosa y laica, que le bombardea con ideas y decretos, con verdades a medias y modas que alteran los modos. El cofrade anónimo está sujeto a los avatares de los vientos ideológicos y culturales que le zarandean y le hacen cambiar de dirección constantemente.      El nazareno de a pie, (otro pajarito frito de los míos), hace menos de un mes, escuchaba como unos y otros se desmarcaban del Evangelio mientras ofrecían un mundo basado en unos criterios lejanos del mismo. El nazareno de vela, observa con estupor como participan activamente en los actos, se le imponen medallas y prebendas y  reclaman como algo suyo, un híbrido entre lo cultural y lo religioso, la conmemoración de la pasión y muerte de Jesucristo aquellos que un mes antes le negaban el pan y a la sal a las normas y criterios evangélicos. Con… mucha cara.      El cofrade se transforma durante esta semana. Se pone un traje oscuro, una mantilla o una túnica, y se convierte en el más enfervorizado de los creyentes. No tiene horas ni cansancio. Llora ante sus titulares, a los que piropea con palabras que no son de su vocabulario. Sigue a sus imágenes con velas, ojos tapados y pies descalzos. Participa poco de los Oficios… porque eso es otra cosa. Llena los establecimientos hosteleros, aunque su economía pegue otro batacazo.         El nazareno resiste todos los vientos. Es de hierro forjado. Su corazón permanece fuerte. Sus sentimientos están firmes. Lo ha mamado en la leche de sus mayores. El Viernes Santo, de buena mañana, mientras los sufridos quiosqueros terminaban de instalar sus puestos de limones “cascarúos”, “cañadú” y agua fresca en la calle de la Amargura, me precedía en el camino del Vía-Crucis que serpentea por el monte Calvario, una mujer de mediana edad acompañaba por un hombre y una anciana. Ambos la sujetaban amorosamente para evitar cualquier accidente. Iba descalza y con los ojos tapados. No sé si pedía o daba gracias. Es igual. Se acercaba a la Pasión de Cristo y la compartía. Un anciano que subía trabajosamente, que denegó con firmeza  mi ayuda para subir los últimos escalones, desgranaba fervorosamente un Via-Crucis. Cuando llegaban a la Capilla del Calvario se encontraban con una imagen de un Cristo yacente y callado que hablaba con su dolor. Cuanto me hubiera gustado acercarme a los dos e interesarme por sus problemas… El maldito respeto humano. La otra Semana Santa.         El nazareno de la veleta necesita urgentemente que se le aclaren los vientos. Los laicos y los religiosos. Los bandazos no son buenos. El milagro se llama coherencia. Por parte y parte. Se debate la posibilidad de procesionar cofradías el Sábado Santo. Yo echo de menos un Pregón de la Pascua. La gran fiesta de los cristianos. Yo propondría que se celebrara el Domingo de Resurrección una procesión popular al que asistiría la familia más cercana a Jesús; los niños, los pobres,  los enfermos, los emigrantes… y el nazareno de la veleta. Que por una vez entendiera por donde van los vientos del Señor.          Mi amigo Pepe García en su columna de hoy se pregunta ¿y si fuese verdad? Me da la impresión de que es una pregunta retórica. Él sabe que es verdad. Junto lo hemos vivido. Cristo ha resucitado en las monjas de Colichet, en el proyecto Hombre, en Caritas de la Palmilla, en los misioneros de todo el mundo, en los cientos de personas a las que hemos visto recuperar la alegría cuando le descubrimos el Cristo Resucitado. Los niños del Biberódromo, los ancianos de las hermanitas, los “clientes” del comedor de Santo Domingo, los “amigos” de “Miguelito”… Todos dan fe de otra forma de hacer viva la presencia de Jesús Resucitado en la tierra. Mi amigo Alejo García, al que un Jueves Santo descubrí la otra Semana Santa en un varal del trono de la Esperanza,  estará hoy participando en la gran procesión de los que se encuentran con el Señor. Lastima que no tenga un micrófono para relatárnoslo.          

LA BUENA NOTICIA DE MANUEL MONTES CLERIESMálaga 17 de marzo de 2008m.montescleries@telefonica.net  ESO ESTÁ “PAGAO”               Desde siempre se ha venido pronunciando esa frase en bares y restaurantes, con general y mal disimulado alborozo por parte de los invitados. Normalmente surge esta situación con motivo de cumpleaños, ascensos, culminación de negocios sustanciosos y todo tipo de celebraciones.             Cuando se escuchan las palabras mágicas, los beneficiados por la “convidá” miran a su alrededor buscando al protagonista de la invitación a fin de identificarle e informarse del motivo de su esplendidez. Una vez reconocido el “pagano” se le aborda con un cierto punto de untuosidad y se manifiesta la solidaridad con la alegría motivo de la invitación.             Otras veces, el dadivoso invitante lo hace muy a su pesar. Compromisos de “cumploymiento”, devolución de favores caducados, peloteo en general, etc., obligan a pronunciar la frase de marras con el consiguiente desembolso de un dinero que no se ha disfrutado personalmente.            La última vez que escuché la frase milagrosa fue en las circunstancias más inverosímiles y me dio pie a redactar esta BUENA NOTICIA. Ocurrió el pasado jueves a media mañana. Una serie de gestiones municipales me hicieron encaminar a la barriada del Palo, distante un montón de kilómetros de mis territorios de caza. Como sabrán mis lectores colaboro con una asociación benéfica dedicada a la alimentación de niños de 0 a 24 meses. Entre mis obligaciones se encuentra la de tener bien provista la bodega de: leche, potitos, pañales, biberones, leches maternales, alimentos especiales para niños celíacos, leche modificada, yogures, etc., etc.           Aprovechando el  cómodo aparcamiento, me metí en una gran superficie a fin de reforzar adecuadamente nuestras provisiones previniendo el parón semanasantero. Mientras me perdía por los pasillos, descubriendo de paso que los potitos están en ¡el departamento de perfumería!, me encontré con una señora joven a la que no identifiqué de momento. Mientras mantenía una conversación poco comprometida con ella a fin de identificarla, le manifesté el motivo de mi visita. Al final descubrí de quién se trataba: la hija de un gran amigo mío de Antequera ya fallecido. Su amable conversación terminó con un saludo cariñoso (una vez ubicada en mi maltrecho esquema mental).          Terminada mi compra, me dirigía a la caja, y tras el habitual lío que produzco para pasar los artículos por la misma y su conveniente embolsado, a la hora de pagar recibo la feliz noticia: “está pagado”. Miro en la dirección que me señala la cajera con un gesto, y me encuentro con la sonriente señora antequerana. Me marcho azorado. Cuando me siento en el volante de mi coche, no me queda más remedio que acrecentar mi fe en Dios y en su obra. “Venid bendito de mi Padre porque me hacía falta un biberón y me lo suministraste…”         Estamos en Semana Santa. Un millón de personas se van a mover alrededor de las imágenes de Jesús y de su Madre. Ojala este encuentro motive a muchos de ellos a mirar hacia los que lo necesitan e invitarles a comer, a beber, a vestir, a conversar, a escuchar, visitarles en la cárcel, en el lecho del dolor, en la vejez o en la soledad. Esta actitud devolverá algo de lo que nos dio Cristo con su muerte; un brindis al mundo: “vuestros desatinos están “pagaos”.    

Este día que nos regalan los políticos para pensar por nosotros mismos me ha dado mucho juego. Encima, me he pasado la noche escuchando tristes planteamientos de vidas de personas que sufren. Al final he llegado a la conclusión de que vale la pena vivir . Aunque sea así. Os transmito mi buena noticia

LA BUENA NOTICIA DE MANUEL MONTES CLERIESMálaga 10 de marzo de 2008m.montescleries@telefonica.net ME GUSTAN LOS PERDEDORES        Me gustan los perdedores porque yo soy uno de ellos. En un mundo hecho a medida para los triunfadores, he tomado una opción por los que jamás ganan. Mientras escribo este comentario se están celebrando unas elecciones. Cuando a última hora de la noche se hayan celebrado los escrutinios, no necesitaré echarle un vistazo a la televisión para descubrir una vez más que he votado al caballo perdedor.         El escaso mérito que me ha sido concedido consiste en pensar por mi mismo y no dejarme llevar por el pragmatismo. No estoy de acuerdo con la postura de aceptar el mal menor y así me va. No he ganado ni unas solas elecciones en la democracia, y cuando he sido designado para alguna responsabilidad mediante una votación no he tardado en cesar en el desempeño de la misma por coherencia con mis principios. En una palabra, que soy un “pringao”.        Un “pringao” que sueña con que algún día nos gobierne alguien que se preocupe más del bien común que del de los suyos; en un país de muchas tonalidades de grises donde no exista el blanco y el negro absoluto; en un país en el que desaparezcan las verdades absolutas y los maniqueísmos: en un país que no haga distinciones entre creyentes e incrédulos; que no haga acepción de razas ni de sexos, donde no seamos: ni de los nuestros, ni de los vuestros. Donde se respete a los niños por nacer y a los ancianos no se les arrincone.      Cuando miro a mÍ alrededor, descubro lo que es UNA BUENA NOTICIA para mí, y supongo que para alguno de mis lectores. Hay bastantes más personas que son unos “pringaos” como yo. Otro montón de perdedores que escriben artículos que no cobran jamás en periódicos que se van al traste porque no entran en la “cadena”.  Soñadores que mantienen emisoras de radio en las  que no ganan ni para cintas de casettes. Ilusos que hacen programas de televisión que no se emiten jamás o solo ven otros perdedores. Políticos que pierden elecciones tras elecciones en defensa de unos ideales… ideales.       Los perdedores, no somos VIPS ni en nuestras casas, vivimos con el complejo permanente de no estar haciéndolo bien. Ayudamos a arreglar cuatro cositas en un mundo que se escapa de nuestras manos. No damos mítines ni pregones. Como mucho nos pregonan. Solo nos entienden los que hablan nuestro mismo idioma. Nos  avergonzamos de lo que hacemos porque siempre nos parece poco.      La suerte es tenemos un gran Líder. Fue en su época “el gran perdedor”. Acabó su vida a base de palos. Pero vino especialmente por nosotros. La gente corriente. Los “pescaitos fritos”. En estos días, unos celebran su derrota que no molesta ni compromete, y otros vivimos esperanzados por su promesa de que no nos abandonará hasta el final de los tiempos. Su victoria está en haber resucitado en el corazón de los hombres de buena voluntad que seguimos transmitiendo la consigna: Sonríe, Dios te ama. Especialmente a los perdedores. Por eso me gustan tanto.       

 

LA BUENA NOTICIA DE MANUEL MONTES CLERIESMálaga 3 de marzo de 2008m.montescleries@telefonica.net   OTRA FORMA DE DEBATIR       Leo con una mal disimulada envidia las columnas de mis compañeros de fatigas del Diario de la Torre. Ellos son capaces de escribir en prosa y en verso con un lenguaje escogido y una rima precisa. Todo ello, cimentado en un ineludible talento. Mientras, este humilde “junta letras”, se las ve y se las desea para transcribir al papel lo que le dicta su corazón o puede observar a su alrededor. Hay escritores y escritores. Poetas y poetas.      Con los debates pasa lo mismo. Hay debates “infumables”, donde se nos ofrece un rosario de “contraposiciones de monólogos” entre prebostes. Los debatientes, están más preocupados de enmascarar su mediocridad, con proliferación de verdades a medias, que de buscar soluciones para el futuro de sus administrados. En la mayoría de las ocasiones, me retiro de la pantalla con una especie de vergüenza ajena que me hace dudar de nuestras posibilidades de mejorar.            Sin embargo, en ocasiones, las menos, te encuentras con discursos coherentes, mesurados, llenos de ilusión y esperanza, que te animan a seguir luchando por un mundo mejor. El pasado martes contemplé uno de ellos. Todavía con la resaca de la noche del cara a cara –eso, con mucha cara-, donde los analistas estadísticos demostraron que no saben sumar y los expertos en política su desvergüenza para manejar los datos; mientras me limpiaba las lagrimas pensando en la pobre niña que había cogido Rajoy por banda para convertirla en una princesita de cuento, y me frotaba las manos pensando en la bonanza económica y familiar que se nos avecina con el proyecto de ZP… me enfrenté con la realidad pura y dura. Unos doscientos responsables del reparto de alimentos entre los más necesitados, debatíamos la forma de mejorar esos servicios. Poníamos en común nuestras inquietudes, nuestras necesidades y, porqué no, nuestra satisfacción por el deber cumplido. El análisis de la situación de los más desfavorecidos, no fue de un color tan rosáceo como nos presentan nuestros dirigentes económicos. Se nos acumula el trabajo. Ancianos, niños e inmigrantes necesitan ayuda inmediatamente. Aparecen de nuevo los “pobres de corbata”, los mileuristas con hipoteca y sin capacidad de comprar el pan de cada día, etc. Todo este panorama presentado con talante… y con talento. Sin alarmismo ni acritud. El discurso de los responsables de Bancosol y de voluntarios de todo tipo de procedencia, religión o ideas políticas fue totalmente coherente: vamos a por todas. Nos tenemos que despabilar para  buscar la “tarta” del tamaño más grande posible y repartirla entre todos hasta la última migaja. El mitin acabo con una sonrisa de satisfacción. El que hace lo que tiene que hacer, aunque sea poco, lo hace todo.                   Esa misma tarde, mientras tenía en brazos a una española de 15 días, hija de unos emigrantes sudamericanos que habían esperado su nacimiento durmiendo en un colchón tirado en el suelo en un rincón de la casa de unos compatriotas, mientras hacía de correa de transmisión entre la gente de buena voluntad y esa neo “sagrada familia”; mientras que le dábamos leche para alimentarse hasta que cumpla los dos años y una voluntaria le daba a sus padres subrepticiamente 10 euros de su bolsillo para un taxi, (está familia no tenía ni siquiera borriquillo); mientras me sentía el hombre más feliz del mundo por poder ayudar a alguien… eché de menos el ser poeta para poderos transmitiros estas imágenes de una forma tan bella como se merecen.         Después, recapacitando, me dije, la imagen supera a las palabras y a la poesia, la belleza está en la vida … en la sonrisa. Hay poemas que se escriben sin palabras. Hay ojos de madres que lo dicen todo. Ese debate lo ganan siempre.