El segmento de plata

Por Manuel Montes Cleries

Málaga  26 de abril de 2021

     Estamos bombardeados de mensajes por los medios y las redes sociales

     Los pertenecientes al “segmento de plata” hemos vivido una primera etapa, hasta que llegó la transición, en la que parecíamos vivir en una especie de limbo vacío de filiación o compromiso político.

     Los años setenta del pasado siglo despertaron en nosotros la inquietud política y el desarrollo de un determinado tipo de ideología. Aquello nos permitió vivir una etapa en la que en el partido de la vida, unos eran zurdos, otros diestros; unos estaban en la defensa y otros en el ataque. Pero todos luchábamos por el olvido de circunstancias muy lejanas y el paso a una democracia y prosperidad que nos permitiera vivir a todos juntos y en armonía.

     En la etapa actual los prebostes se han empeñado, y creo que conseguido, convertirnos de políticos (“La palabra política viene del griego polis =ciudad. … Así llamaban los griegos a la «Teoría de la Polis» (ciudad). También esta íntimamente ligada a la paideia es decir «La Educación») en politizados; para mí, sinónimo de manejados.

      Están volviendo a generar odio y división. Las dos Españas cada vez más enfrentadas. Se han vuelto a recuperar frases agresivas tales  como rojos o fascistas; esgrimir el “prietas las filas” o el “no pasaran”. Un espectáculo lamentable e impropio del siglo XXI.

       Y ¡para que hablar de las redes sociales! Yo solo uso Facebook y  varios grupos de WhatsApp. En alguno que administro he determinado excluir cualquier tipo de entrada descalificante u ofensiva. Las redes se llenan de “gracietas”, “memes” y fotos trucadas llenas de odio y mala leche. He decidido no abrir ni uno a fin de no envenenarme ni dar pie a su proliferación.

      Bastante tenemos con lo que tenemos. No podemos volver a las dos Españas enfrentadas ante cualquier tipo de comicios, encuestas o declaraciones. Ya está bien de negar el pan y la sal a aquel cuyas ideas no coinciden con las nuestras. Ya está bien de ver la mota en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio.

      Estoy convencido que la gran mayoría del pueblo español piensa como yo. Estamos cansados de odiarnos y recriminarnos cosas. Queremos mirar hacia adelante y librarnos de las lacras educacionales, laborales y sanitarias que padecemos. Por favor, no las utilicemos como arma arrojadiza de los unos contra los otros.

     Vamos a llevarnos bien. Votemos a quién nos apetezca y lo que nos salga de las narices. Especialmente estemos atentos del que se preocupa más del hacer que del ser. O el que reconoce sus errores. He dicho.

LA BUENA NOTICIA de Manuel Montes Cleries         Málaga 26 de abril de 2021

   Bancosol es el banco de alimentos de Málaga y su provincia.

   El pasado lunes pudimos ver en la 1ª de televisión, dentro del programa Master Chef, parte de las actividades del banco de alimentos de Madrid. A lo largo del mismo, mientras se preparaba y servía el menú a beneficiarios y voluntarios, se fueron explicando los diversos procesos seguidos por los bancos de alimentos a fin de atender a las entidades y familias con dificultades económicas.

    Inmediatamente me vinieron a la memoria las actividades de BANCOSOL, el banco de alimentos de Málaga y la costa del Sol. Allá por el año 1998, un grupo de malagueños decidió poner en marcha la aventura de recoger los excedentes del mercado de mayoristas malacitano, con el fin de distribuirlo entre las entidades y ONGs que se preocupan de la alimentación de una buena parte de los malagueños. Aquellos que sufren la penuria del paro, el hambre y la falta de bienes económicos.

   Aquellos héroes de los principios de Bancosol, que consiguieron establecer una cuartelada en el Mercado de Mayoristas malagueño (Mercamálaga), no se imaginaban las dimensiones que iba a adquirir este proyecto 22 años después. A día de hoy pasan por sus amplias instalaciones del polígono industrial Trevénez, cientos de miles de kilogramos de alimentos procedentes de las periódicas campañas de captación de alimentos, excedentes de producción de diversas empresas, supermercados y grandes cadenas alimenticias. Para ello también cuentan con las aportaciones de las diversas entidades gubernamentales andaluzas, españolas y europeas (FEGA y FAGA) y diversos particulares. Todo financiado por los socios, las administraciones europeas, nacionales, provinciales y locales así como de las entidades bancarias que se vuelcan en este proyecto desde su comienzo.

    Puedo hablar del tema desde una situación privilegiada. Llevo vinculado a Bancosol desde hace quince años como socio, voluntario, chofer y asesor desde mi modesta capacidad como comunicador y conductor. Asimismo los considero como los principales valedoras de una ONG dedicada a la atención de niños de 0 a 24 meses que tengo el honor de presidir desde hace más de una docena de años. 

   Estos tiempos de pandemia han puesto a prueba la capacidad de adaptación a las dificultades de los responsables de Bancosol. Han tenido que reinventarse de alguna forma, a fin de evitar el contacto físico sin perder las posibilidades de recoger alimentos aportados por la ciudadanía malagueña que, por otra parte, una vez más ha dado la talla.

    Mi buena noticia de hoy es que Bancosol sigue luchando contra el hambre y el despilfarro alimenticio. Mantiene un control exhaustivo, para evitar duplicidades o picaresca y se reinventa cada día para conseguir llevar a los malagueños, que sufren las penurias de la actual situación económica, los alimentos necesarios para ser suficientemente atendidos a través de las entidades de reparto; otro punto a tener en cuenta como digno de ser resaltado. Málaga cuenta con una rede de entidades de reparto sencillamente inmejorable.

   Termino mi buena noticia de hoy destacando una frase que, humildemente, aporté a Bancosol con escaso éxito de crítica y público: “Bancosol: un banco con mucho interés, da el ciento por uno”.

Imagen de la gran recogida

El segmento de plata

Por Manuel Montes Cleries

Málaga 21 de abril de 2021

En la salud y en la enfermedad   

     En los tiempos que corren tendríamos que añadir: y en la pandemia

     Se ha perdido en la noche de los tiempos, (ya han pasado más de cincuenta años), el día en que mi prójima-próxima y un servidor de ustedes, hicimos profesión de nuestro amor mutuo mediante la lectura de un párrafo del ritual que se sigue en las bodas de la Iglesia Católica.

    Por mediación del mismo, nos comprometimos a seguir unidos en la salud y en la enfermedad, los tiempos malos y buenos, prósperos y decadentes, positivos y negativos. El texto no recogía los avatares del destino que nos han llevado a sufrir una fuerte conmoción a partir de la llegada del Covid-19 a principios del pasado año.

     Esta “nueva anormalidad” ha servido para estrechar o romper los lazos de los matrimonios. Casi dos años de convivencia continuada, sin ningún tipo de inmiscuencia externa, ponen a prueba la convivencia de una pareja. En la misma hemos tenido tiempo para conocernos mejor y para conseguir aceptar los defectos del otro. Punto clave de de un amor complementario. No basado en un excesivo mirarse a los ojos y si cimentado en la mirada en una misma dirección. El proyecto común, no la contraposición de proyectos.

    Es muy difícil convivir en un recinto tan estrecho sin que surjan roces. Pero el sentido común y el de supervivencia de la pareja, te ayudan a encontrar los propios espacios. Al final, las cosas funcionan bastante bien y te permiten proclamar a voz en grito: ¡En la salud, en la enfermedad y en la pandemia!

    Finalmente, llega la vacuna liberadora que vuelve a poner las cosas en su sitio. Sin daños colaterales.

LA BUENA NOTICIA de Manuel Montes Cleries         Málaga 19 de abril de 2021

NIÑOS EN LOS TEMPLOS

   Cuando llega la primavera los templos se llenan de niños ilusionados.

    Los que acostumbramos a asistir a la misa dominical nos encontramos con la presencia de cientos de niños de alrededor de nueve años, que siguen con atención la misma acompañados por sus padres. El celebrante se esmera en hacerles la celebración más sencilla y adecuada a su edad. Lo cual nos viene muy bien a todos los demás. Hay que hacerse como niños para acercarse al Evangelio.

    La Primera Comunión, además de su profundo sentido cristiano, se ha convertido en un acto social al que casi ninguna familia quiere renunciar. Una especie de mini-boda (por los gastos que conlleva) y que hace estrujar los bolsillos de las familias y acompañantes. Es lo que yo denomino como cristianismo sobre ruedas. Vamos al templo en coches especialmente adornados y condicionados para nuestro bautismo, comunión, confirmación, boda y al último y definitivo viaje.

    Los españolitos de a pie no queremos renunciar a ese encuentro familiar alrededor de la celebración de la Primera Comunión. Lo hemos convertido en una tradición a la que no queremos renunciar. Gran parte de los celebrantes y sus familias no vuelven a pisar un templo hasta la celebración de su boda (si no se casan por lo civil u otras alternativas exóticas). Me parece que se pierde unas excelentes ocasiones de profundizar en el cristianismo.

    Mi buena noticia de hoy se basa en las caritas de esos niños (este año tengo un nieto y una nieta) que celebran su Primera Comunión. Sus catequistas y los sacerdotes de su comunidad se han esmerado en formarles en la fe cristiana y en transmitirles los valores del Evangelio. Ellos han aprendido oraciones, han cantado juntos y conocido las verdades de nuestro Credo. Van con ilusión, amor y temblor, pero llenos de esperanza en un mundo maravilloso que se abre en sus vidas.

   El problema surge en la “segunda comunión” y las sucesivas. Se producen muy pocas veces o casi ninguna. Se vuelve al cristianismo en fechas concretas (Navidad o Semana Santa) y a una fe cultural la mayoría de las veces.

    De todas formas el comulgante queda marcado para siempre. Recuerda ese día a lo largo de sus vidas y, si se lo propone, continua cimentando su cristianismo en una formación continua y de encuentro con su comunidad.

    Los padres y abuelos de los creyentes deberíamos insistir en la presencia junto a nosotros de nuestros hijos y nietos en las celebraciones dominicales. Sigo pensando que a los hijos no los educamos… nos imitan. Si ven que tú abandonas las prácticas del cristianismo, ellos hacen lo mismo.  

    Mi buena noticia de hoy la transmiten esos niños felices dentro de sus trajes de ceremonia y acompañados por sus familiares que ven cumplido uno de sus sueños: verlos el día de su Primera Comunión. Personalmente recuerdo diversas etapas. Aquellas de mi infancia, escuchando el disco de Juanito Valderrama y la presencia de neo comulgantes saliendo de los templos y visitando a sus familiares y amigos montados en las capotas de coches de caballos. Las de mis hijos, rodeados de nuestra comunidad y sus compañeros de colegio, muy mentalizados y bastante bien preparados. Las de mis nietos, algunos ya fuera de Málaga; la última, la de Pablo, el pasado otoño en medio de la pandemia y sin ningún tipo de celebración. Las próximas,  ya en este año; celebraremos primero, la de Simón en mayo y después, la de Alejandra en septiembre.  

    Aun me acuerdo con emoción de la mía. Año 1952, Iglesia de San Ildelfonso de Jaén. Parece que fue ayer. Conservo mi traje de comunión.

LA BUENA NOTICIA de Manuel Montes Cleries         Málaga 19 de abril de 2021

NIÑOS EN LOS TEMPLOS

   Cuando llega la primavera los templos se llenan de niños ilusionados.

    Los que acostumbramos a asistir a la misa dominical nos encontramos con la presencia de cientos de niños de alrededor de nueve años, que siguen con atención la misma acompañados por sus padres. El celebrante se esmera en hacerles la celebración más sencilla y adecuada a su edad. Lo cual nos viene muy bien a todos los demás. Hay que hacerse como niños para acercarse al Evangelio.

    La Primera Comunión, además de su profundo sentido cristiano, se ha convertido en un acto social al que casi ninguna familia quiere renunciar. Una especie de mini-boda (por los gastos que conlleva) y que hace estrujar los bolsillos de las familias y acompañantes. Es lo que yo denomino como cristianismo sobre ruedas. Vamos al templo en coches especialmente adornados y condicionados para nuestro bautismo, comunión, confirmación, boda y al último y definitivo viaje.

    Los españolitos de a pie no queremos renunciar a ese encuentro familiar alrededor de la celebración de la Primera Comunión. Lo hemos convertido en una tradición a la que no queremos renunciar. Gran parte de los celebrantes y sus familias no vuelven a pisar un templo hasta la celebración de su boda (si no se casan por lo civil u otras alternativas exóticas). Me parece que se pierde unas excelentes ocasiones de profundizar en el cristianismo.

    Mi buena noticia de hoy se basa en las caritas de esos niños (este año tengo un nieto y una nieta) que celebran su Primera Comunión. Sus catequistas y los sacerdotes de su comunidad se han esmerado en formarles en la fe cristiana y en transmitirles los valores del Evangelio. Ellos han aprendido oraciones, han cantado juntos y conocido las verdades de nuestro Credo. Van con ilusión, amor y temblor, pero llenos de esperanza en un mundo maravilloso que se abre en sus vidas.

   El problema surge en la “segunda comunión” y las sucesivas. Se producen muy pocas veces o casi ninguna. Se vuelve al cristianismo en fechas concretas (Navidad o Semana Santa) y a una fe cultural la mayoría de las veces.

    De todas formas el comulgante queda marcado para siempre. Recuerda ese día a lo largo de sus vidas y, si se lo propone, continua cimentando su cristianismo en una formación continua y de encuentro con su comunidad.

    Los padres y abuelos de los creyentes deberíamos insistir en la presencia junto a nosotros de nuestros hijos y nietos en las celebraciones dominicales. Sigo pensando que a los hijos no los educamos… nos imitan. Si ven que tú abandonas las prácticas del cristianismo, ellos hacen lo mismo.  

    Mi buena noticia de hoy la transmiten esos niños felices dentro de sus trajes de ceremonia y acompañados por sus familiares que ven cumplido uno de sus sueños: verlos el día de su Primera Comunión. Personalmente recuerdo diversas etapas. Aquellas de mi infancia, escuchando el disco de Juanito Valderrama y la presencia de neo comulgantes saliendo de los templos y visitando a sus familiares y amigos montados en las capotas de coches de caballos. Las de mis hijos, rodeados de nuestra comunidad y sus compañeros de colegio, muy mentalizados y bastante bien preparados. Las de mis nietos, algunos ya fuera de Málaga; la última, la de Pablo, el pasado otoño en medio de la pandemia y sin ningún tipo de celebración. Las próximas,  ya en este año; celebraremos primero, la de Simón en mayo y después, la de Alejandra en septiembre.  

    Aun me acuerdo con emoción de la mía. Año 1952, Iglesia de San Ildefonso de Jaén. Parece que fue ayer. Conservo mi traje de comunión.

El segmento de plata

Por Manuel Montes Cleries

Málaga 14 de abril de 2021

      Pertenezco a una generación que ha salido bastante “apañada”.

     Los que nacimos entre los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, hemos demostrado ser unos dignos representantes del “segmento de plata”. Creo que a lo largo de la historia hemos sobrevivido estoicamente a las diversas alternativas vitales, políticas, económicas y laborales que se nos han ido presentando.

    Hemos vivido las “colas de petróleo”, el queso y la leche americanos en los colegios, los pantalones cortos y los bombachos, la mili o el servicio social, los noviazgos formales: “a las diez a la casa”, el tranvía, la bicicleta, el “velosolex”, el “vespino”, la vespa, el seiscientos o el R-8.

    Nos hemos desplazado a las playas andando; bailado en guateques caseros así como bebido cervecitas y moscatel con gaseosa los sábados. Hemos vivido con ilusión la primera comunión, sufrido los ejercicios espirituales de los colegios, la gimnasia premilitar, la lucha desesperada por el primer empleo, el pisito de 60 metros y la boda de blanco y por la iglesia.

    En el momento de nuestra jubilación hemos dejado una España bastante “apañada” a nuestros hijos. Posteriormente, cuando se ha fastidiado la economía, hemos vuelto a arrimar el hombro y la cartera. Ante la situación actual de pandemia, hemos sido obedientes y nos hemos chupado más de un año sin movernos de nuestro confinamiento.

    Y ahora, ¡ay ahora!, nos hemos aprestado a ponernos la vacuna que nos ha correspondido sin ningún tipo de miedo o de prevención. Nos lo hemos comunicado unos a otros, mientras nuestros facebooks o watssapps se llenan con  fotos que recogen nuestro alborozo por haber atajado el ataque del “bicho”, que amenazaba el presente y el futuro de esta generación que, en cuanto pueda, volverá a ser adalid del “segmento de plata”, disfrutando de su libertad laboral para seguir militando como voluntarios, cuidadores, formadores o “útiles para todos los servicios”.

     Pero no hay alegría que “cien años dure”. Ya ha venido el tío Paco con las rebajas. Los sufridos “segmentistas” de 70 a 74 años han vuelto a caer en el “limbo” de las vacunas. Ahí están. No son carne ni pescado y esperan con ilusión a que algún político les redima diciendo que las “peligrosísimas vacunas” anteriores se han convertido, por ensalmo, en la salvación de sus vidas. A ver en que quedamos.

     Definitivamente los “setentones” somos “buena gente”. Y muy sufridos.

LA BUENA NOTICIA de Manuel Montes Cleries         Málaga 12 de abril de 2021

   La pandemia ha despertado en alguno de nosotros la capacidad de transmitir pensamientos y sentimientos de una forma muy especial.

   A lo largo del año vivido en una especie de reclusión-confinamiento general, muchos de los sufridos habitantes de este mundo -que se nos ha vuelto bastante incómodo-, hemos aprovechado para reflejar sobre el papel las ideas y pensamientos que llevábamos almacenando en nuestras mentes.

   Parece ser que las musas se han desmelenado y tomado posesión de cuantos tenemos el deseo, la capacidad o la intención de transmitir nuestras opiniones, sentimientos o deseos de vivir en una humanidad más justa y solidaria. Personalmente he redactado tres narraciones en forma de capítulo diario en los que he recogido mis actividades, mi vida o mi entorno. No se si han interesado mucho, pero por lo menos han servido para que mis familiares me conozcan mejor.

   Mi buena noticia de hoy se basa en la lectura de un librito delicioso que ha hecho llegar a mis manos su autor. Se trata de un volumen bajo el título de “Relatos familiares en tiempos de pandemia”; propuestas para la “nueva normalidad”. Su autor es mi buen amigo Alfonso Crespo Hidalgo un párroco malacitano. Todo un Doctor en Teología, autor de numerosos textos, conferenciante, participante asiduo de foros a escala del Vaticano y, por otra parte, un hombre cercano de cuya amistad me honro en presumir.

   El libro en cuestión recoge seis relatos sobre la familia y dos propuestas para la “nueva normalidad”. Se ha publicado en gráficas Anarol y los beneficios de su venta se dedican a la Ciudad de los Niños de la que Alfonso es  capellán. El texto se lee del tirón. No se puede desenganchar uno del mismo desde que inicia su lectura. En la primera parte del libro diversos personajes nos van describiendo su situación ante la catástrofe a la que estamos sometidos y como cada uno de ello va sacando la parte positiva de la misma. Que la tiene. En la segunda el tema se pone más serio. Sus “propuestas para una nueva normalidad” nos ayudan a afrontar esta situación con una especie de gimnasia del espíritu que nos permite un acercamiento a un Dios vivo que nos acompaña. Su referencia a la celda del monje es impresionante.

   No quiero hacerles ningún “spoiler” más. Lo siento, traduzco no debo anticiparles nada (odio los anglicismos, pero todo se pega). Recomiendo a mis amigos malagueños que se acerquen cualquier  tarde a la Parroquia de San Pedro, adquieran el libro y aprovechen para echar una parrafada con Alfonso. Me lo agradecerán. Alfonso siempre transmite la “Buena Noticia”.

El Papa Francisco saluda a Alfonso Crespo

¡¡Por fin!!

7 f, 21

El segmento de plata

Por Manuel Montes Cleries

Málaga 7 de abril de 2021

      Ha llegado el momento tan esperado. Por fin me han puesto la primera dosis de la vacuna.

      Esperaba este momento como agua de mayo. A nuestra provecta edad cualquier circunstancia que elimine problemas añadidos a nuestra vida nos parece un gran acontecimiento.

    Con “amor y temblor” recibí ayer la llamada de mi centro de salud indicándome que en el día de hoy, a las 13.35, me administrarían la vacuna. Lleno de ilusión me presenté media hora antes de la cita. La consulta estaba vacía de enfermos. Dos sanitarios me atendieron amablemente. Cinco minutos y todo listo. Gracias a Dios.

    Ya tan solo falta que vacunen a mi esposa (es más joven que yo y espero le toque pronto) y que en tres semanas me pongan la segunda dosis. Pero me siento exultante y más reconciliado con el mundo y la maldita pandemia.

    De todas formas la situación no ha cambiado. Tendremos que seguir viendo a los nietos a distancia, renunciado al voluntariado presencial y privándonos de la partida de dominó. Ya queda menos.

    Parece ser que, por una vez, se han preocupado especialmente por esta generación que tanto ha sufrido en los últimos tiempos y que han sido el grupo de población con más fallecimientos a causa del Covid-19.

    Me siento muy reconfortado por la eficacia y prontitud en la atención recibida. Un hurra por las buenas gentes de mi centro de salud. Si no ponen más  vacunas es porque carecen de ellas.

     Ha concluido una etapa de este vía-crucis que está sufriendo el mundo. Ojala llegue pronto la liberación total y la plena normalidad.

LA BUENA NOTICIA de Manuel Montes Cleries         Málaga 5 de abril de 2021

   Llevo muchos años publicando cada semana una buena noticia. Ando por cerca de las ochocientas

    Pero cuando llega el Domingo de Resurrección no tengo más remedio que ceñirme a la principal y gritar jubilosamente que Cristo ha resucitado. Sí, ya lo sé, esta es una noticia antigua. Uno noticia que se convierte en nueva cada vez que recordamos que resucita en cada uno de nosotros.

   ¿Por qué rememoro esta buena noticia? Porque tengo la suerte de conocerla y que la misma me la ha transmitido la Iglesia, esta institución tan denostado y minusvalorada. Durante años me ha tocado transmitir mi satisfacción por pertenecer a la misma. Siempre he comenzado mi exposición por denominarla como “el grupo de personas que intentan seguir, en la medida de sus posibilidades el estilo de vida de Jesús” y que se identifican por el bautismo y la confirmación.

   Por lo tanto la Iglesia no se debe identificar tan solo con los templos,  la parafernalia o los hombres y mujeres que la integran. ”Casta y meretriz” la definía San Ambrosio acertadamente. Tiene los defectos que son propios de los seres humanos, pero goza de la maravilla que se desprende del seguimiento de Jesús. Pese a los hombres, la barca de Pedro sigue navegando y la gran mayoría de los cristianos, consagrados y seglares, dedican gran parte de sus esfuerzos al servicio a los demás. Allá donde haya sufrimiento, pobreza o dolor, nos encontramos con cristianos que se convierten en las manos de ese Cristo resucitado.

    Pero sobre todo, tengo que agradecer a la Iglesia que haya guardado y transmitido el Evangelio a lo largo de los años y que me haya permitido conocer a aquel “Hombre que paso por el mundo haciendo el bien”. Ese Dios Hijo que se hace presente entre nosotros en forma del Espíritu Santo. También me ha acercado a muchos santos de nuestros días, que me han demostrado con su ejemplo donde se encuentra la verdadera felicidad.

   Sigo creyendo en la Iglesia que me ha acompañado a lo largo de toda mi vida y que he intentado transmitir a aquellos que no tienen, o no quieren tener, la oportunidad de creer y disfrutar de la misma. Para mí, ha sido lo mejor que he podido hacer.

    Repito mi buena noticia de hoy. Cristo ha resucitado en ti y en mí y en su Iglesia. Si no… vana sería nuestra fe.