FELICES PASCUAS

23 f, 08

LA BUENA NOTICIA DE MANUEL MONTES CLERIES m.montescleries@telefonica.net EL NAZARENO DE LA VELETA         Hace años descubrí la figura de un nazareno ubicada en el lugar menos imaginable. Una mañana, mientras pasaba por el puente de la Esperanza con dirección al Perchel, observé que una ráfaga de viento hizo moverse la veleta que remata la Basílica de la Esperanza. Jamás había reparado en que los diseñadores de la misma, en vez de utilizar la consabida flecha que indica la dirección del viento, habían instalado la figura recortada de un nazareno con su vela y todo.       En su día, redacte un artículo que hablaba del ingenio de quien había decidido dicho detalle. Esta Semana Santa, el nazareno-veleta me ha hecho pensar. El nazareno, -el personaje más  sencillo y anónimo de la Semana Santa-, está inmerso en una sociedad, religiosa y laica, que le bombardea con ideas y decretos, con verdades a medias y modas que alteran los modos. El cofrade anónimo está sujeto a los avatares de los vientos ideológicos y culturales que le zarandean y le hacen cambiar de dirección constantemente.      El nazareno de a pie, (otro pajarito frito de los míos), hace menos de un mes, escuchaba como unos y otros se desmarcaban del Evangelio mientras ofrecían un mundo basado en unos criterios lejanos del mismo. El nazareno de vela, observa con estupor como participan activamente en los actos, se le imponen medallas y prebendas y  reclaman como algo suyo, un híbrido entre lo cultural y lo religioso, la conmemoración de la pasión y muerte de Jesucristo aquellos que un mes antes le negaban el pan y a la sal a las normas y criterios evangélicos. Con… mucha cara.      El cofrade se transforma durante esta semana. Se pone un traje oscuro, una mantilla o una túnica, y se convierte en el más enfervorizado de los creyentes. No tiene horas ni cansancio. Llora ante sus titulares, a los que piropea con palabras que no son de su vocabulario. Sigue a sus imágenes con velas, ojos tapados y pies descalzos. Participa poco de los Oficios… porque eso es otra cosa. Llena los establecimientos hosteleros, aunque su economía pegue otro batacazo.         El nazareno resiste todos los vientos. Es de hierro forjado. Su corazón permanece fuerte. Sus sentimientos están firmes. Lo ha mamado en la leche de sus mayores. El Viernes Santo, de buena mañana, mientras los sufridos quiosqueros terminaban de instalar sus puestos de limones “cascarúos”, “cañadú” y agua fresca en la calle de la Amargura, me precedía en el camino del Vía-Crucis que serpentea por el monte Calvario, una mujer de mediana edad acompañaba por un hombre y una anciana. Ambos la sujetaban amorosamente para evitar cualquier accidente. Iba descalza y con los ojos tapados. No sé si pedía o daba gracias. Es igual. Se acercaba a la Pasión de Cristo y la compartía. Un anciano que subía trabajosamente, que denegó con firmeza  mi ayuda para subir los últimos escalones, desgranaba fervorosamente un Via-Crucis. Cuando llegaban a la Capilla del Calvario se encontraban con una imagen de un Cristo yacente y callado que hablaba con su dolor. Cuanto me hubiera gustado acercarme a los dos e interesarme por sus problemas… El maldito respeto humano. La otra Semana Santa.         El nazareno de la veleta necesita urgentemente que se le aclaren los vientos. Los laicos y los religiosos. Los bandazos no son buenos. El milagro se llama coherencia. Por parte y parte. Se debate la posibilidad de procesionar cofradías el Sábado Santo. Yo echo de menos un Pregón de la Pascua. La gran fiesta de los cristianos. Yo propondría que se celebrara el Domingo de Resurrección una procesión popular al que asistiría la familia más cercana a Jesús; los niños, los pobres,  los enfermos, los emigrantes… y el nazareno de la veleta. Que por una vez entendiera por donde van los vientos del Señor.          Mi amigo Pepe García en su columna de hoy se pregunta ¿y si fuese verdad? Me da la impresión de que es una pregunta retórica. Él sabe que es verdad. Junto lo hemos vivido. Cristo ha resucitado en las monjas de Colichet, en el proyecto Hombre, en Caritas de la Palmilla, en los misioneros de todo el mundo, en los cientos de personas a las que hemos visto recuperar la alegría cuando le descubrimos el Cristo Resucitado. Los niños del Biberódromo, los ancianos de las hermanitas, los “clientes” del comedor de Santo Domingo, los “amigos” de “Miguelito”… Todos dan fe de otra forma de hacer viva la presencia de Jesús Resucitado en la tierra. Mi amigo Alejo García, al que un Jueves Santo descubrí la otra Semana Santa en un varal del trono de la Esperanza,  estará hoy participando en la gran procesión de los que se encuentran con el Señor. Lastima que no tenga un micrófono para relatárnoslo.          

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